El aire en el palacio vibraba con una energía diferente, una mezcla de nerviosismo y emoción contenida. Se acercaba el sexto cumpleaños de Aurora, y Alexandra, impulsada por un deseo genuino de hacer feliz a la niña, se había sumergido en la planificación con una dedicación que iba más allá de cualquier obligación.
No consultó con Adriano sobre los detalles. Esta vez, no se trataba de él. Se trataba de Aurora. Usando el mismo ingenio y meticulosidad que aplicaba a sus estudios, investigó, hizo llamadas y coordinó con el personal hasta el más mínimo detalle. Quería que fuera perfecto.
La mañana del gran día, el ala oeste del palacio, normalmente tan solemne, se transformó. Alexandra había elegido el tema "El Jardín Encantado". Guirnaldas de flores silvestres y luces de hadas colgaban de las bóvedas, y enormes jarrones con girasoles y margaritas sustituyeron a las austeras esculturas. Había una mesa larga con mantel de cuadros escoceses, llena de pastelitos caseros, sándwiches con forma