Capítulo 8
—¡Lárgate! —gritó Camila, levantando un jarrón pequeño que tenía junto a la cama —¡Te dije que no entres sin avisar!
Luciano se paralizó, solo logro decir
—¡Lo siento! —Cerró la puerta y fue directo a su habitación, a la ducha necesitaba agua.
Nunca le había pasado esto con una mujer, jamás se había paralizado así, la imagen de Camila desnuda se le quedó tatuada.
Abrió el grifo y se echó agua fría una y otra vez bajo la regadera, y nada borraba esa imagen, como una pintura muy hermosa.
No sabía si era el vestido sobre la cama, el cuerpo perfecto que había intentado cubrirse con vergüenza o la mirada de furia que le lanzó al verlo.
Camila Sáenz siempre había sido vista como el patito feo, y como no si se vestía con ropa anticuada, actuaba como han señora mayor moralista. Y, aunque no lo quería aceptar, verla así hizo notar lo hermosa que es, más que Adriana incluso.
No necesitaba maquillaje, ni ropa provocativa. Esa mujer escondía una belleza natural que podía describir co