LA MENOS CULPABLE

Capítulo 4 

Camila despertó con una presión en el pecho, sentía que el aire no le entraba a los pulmones, El aire le pesaba, Hoy no era cualquier día. Era el día. El peor, El que temía desde que se enteró del compromiso. Hoy iba a ver al hombre que amaba casarse con su hermana.

pero además para incrementar su desdicha tenía que ser la madrina, Sonreír, posar en fotos, fingir que no le dolía el alma, cuando se estaba muriendo por dentro.

Cuando bajó al salón, lo encontró decorado a la perfección, cada detalle de aquella boda Vintage era lo que ella habría querido en su boda, pero como siempre Adriana se lo había quitado.

Adriana estaba allí, mordiéndose las uñas, mientras caminaba con su espojoso vestido de lado a lado.

—¿Estás nerviosa? —preguntó Camila, conociendo los ataques de ansiedad de su hermana.

Adriana no contestó de inmediato. Recién después de un momento saco lo que tenía en el pecho 

—Le dije a Luciano que la boda era a las siete pero empieza a las tres para que no la arruinara, Si se entera antes... podría aparecer aquí.

Camila palideció, Lo conocía, sabía de lo que era capaz, así que le pidió a seguridad reforzar las entradas

Adriana se alejó por un momento y escribió algo en su celular. Luego lo guardó como si nada, ella tenía que desvíar la culpabilidad, y manipuladora como siempre jugo su última carta.

Más tarde, Santiago apareció. Guapo, elegante, como todo un caballero de cuento de hadas, como un príncipe sacado de un maldito cuento que no era para Camila.

—Te traje esto —le dijo a Adriana, besándole los labios con ternura—. Es una joya egipcia… digna de una diosa.

Camila se tragó las lágrimas, suspiro mirando la devoción de Santiago por su hermana.

Adriana, en cambio, sonrió con satisfacción. Sostuvo el collar sabiendo que con esta boda se ganaba el premio mayor, En su mente no quedaban dudas, Santiago era su futuro, con Dinero limpio, clase, poder. Luciano solo era un nuevo rico, un rechazado por todos, jamás estaria a su altura.

La boda avanzó sin tropiezos. La música suave, los invitados felices de ser parte de la boda del año, todo fue impecable, como esperaba Rodolfo.

Menos Camila.

De pie junto al altar, con el vestido de madrina que ella misma había elegido, sentía que le arrancaban pedazos del alma, Santiago miraba a Adriana con esa ternura que solía tener con ella. Esa que ya no le pertenecía.

Cuando el sacerdote pronunció el "los declaro esposo y esposa", los aplausos estallaron y su corazón se terminó de romper.

Todos celebraban. Todos, menos Camila. Que solo deseaba que, al menos, su hermana pudiera hacerlo feliz ya que ella no lo había logrado.

El aplauso aún no había terminado cuando algo cambió, Santiago había recibido un mensaje, levantó la cabeza para verla con rabia.

Camila estaba confundida Su corazón se aceleró, Nunca la había mirado asi, Buscó su bolso, pero no tenía su celular cerca. Apretó los puños. 

—¿Qué pasa? —susurró, sin obtener respuesta.

Rodolfo, su padre, apareció entre la multitud. La tomó del brazo con fuerza y se la llevó casi a rastras. Amelia trató de intervenir, pero él no la escuchó. Ordenó que cancelaran la fiesta. Todo había terminado. 

—Papá, no sé qué está pasando pero…

No alcanzó a terminar. La cachetada llegó sin aviso. La hizo tambalearse hasta el suelo.

Camila se quedó ahí, con la mejilla ardiendo, los ojos llenos de lágrimas.

Santiago apareció enseguida. Su rostro era otro: desencajado, enojado.

—¿Cómo pudiste hacer algo así? —le gritó, golpeando una pared—. ¡Estoy decepcionado de ti!

Adriana, siempre oportuna, lo abrazó. Le acarició el pecho para que su ahora esposo se calmara.

—¡¿Qué pasa?! ¡No sé de qué hablan! —gritó Camila, de rodillas.

Rodolfo, temblando de rabia, le extendió su celular. En la pantalla: una foto suya… besándose con Luciano Ferrer. Justo en la entrada de la cabaña.

Camila se quedó sin palabras. Negó con la cabeza, una y otra vez. No. No. No.

—Diles la verdad, Adriana… —suplicó, con la voz rota—. Por favor, diles la verdad.

Adriana la miro y sonrió por dentro. Era el momento perfecto.

—Camila y Luciano se ven a escondidas desde hace meses —dijo, fingiendo dolor.

—¡Es mentira! Lo sabes... Eres tú...

—¡Cállate! —rugió Rodolfo, y la segunda bofetada llegó con más fuerza —No metas a tu hermana en tus errores —escupió él, con rabia —. Hace días me dijeron que una Sáenz se estaba viendo con ese maldito… Jamás pensé que fueras tú.

Las lágrimas de Camila caían sin control. Levantó la vista hacia su padre, con el alma rota.

—Papá, por favor… te juro que no fue así. No fue lo que parece. Yo nunca te traicionaría.

—¡Basta!

Pero justo entonces, uno de los guardias entró de golpe al despacho.

—Señor Sáenz… Luciano Ferrer está aquí. Pide hablar con usted. Ahora.

El silencio fue absoluto.

Adriana palideció al instante. Se adelantó, desesperada.

—¡No lo dejes entrar! ¡Mándalo preso! ¡Sácalo de aquí a patadas!

Pero Rodolfo la ignoró. Su expresión cambió a una mezcla extraña de interes calculado.

—Santiago, saca a las dos de aquí. Voy a hablar con él a solas.

Santiago asintió, y sin discutir, tomó a Camila del brazo. Ella apenas podía mantenerse en pie. La sacaron del despacho mientras Luciano entraba seguro.

Rodolfo se quitó la corbata como si se preparara para pelear.

—Tienes agallas para venir aquí después de deshonrar a mi familia —gruñó, con mirada asesina.

Luciano no se inmutó. Caminó directamente hacia el minibar y se sirvió un trago como si estuviera en su propia casa.

—Solo vine por mi mujer —respondió, sin mirarlo—. No voy a dejar que usted ni nadie me la arrebate.

—¿Me estás diciendo que te vas a jugar la vida por una chica? —ironizó Rodolfo—. Me imagino que planeas inmunidad, Engatusar a una de mis hijas para protegerte.

Luciano dio un sorbo, sus ojos fijos en Rodolfo no le demostraría debilidad 

—Me voy a llevar a Adriana conmigo y me importa muy poco lo que usted piense 

La cara de Rodolfo se desdibujó 

—¿Adriana? Pensé que tú romance era con Camila.

Luciano negó de inmediato terminando de beber su copa

—Adriana es la mujer que amo, llevamos varios meses de relacion.

Rodolfo de inmediato se sentó en la silla empalidecido, no podía permitir que Santiago Belmonte se enterará del engaño de Adriana, perdería su apoyo económico.

No podia permitirlo, Santiago tenía que pensar que la mujer de Luciano era Camila.

—Te ofrezco una alianza, quiero que te cases con Camila y durante mi alcaldía nadie tocará los negocios de los Ferrer.

—¡¿Que está loco?! —Luciano se levantó 

—¿Y si me niego?

Rodolfo le sostuvo la mirada más cruel que Luciano había visto en su vida.

—Si no aceptas, tu amigo Vicente muere esta noche, tengo a mis hombres listos, Elige.

Luciano apretó los dientes. La sangre le hervía, Vicente no era solo su amigo, era su hermano, incluso en Brasil había recibido una bala que era para el, no podía dejarlo morir.

—¿Por qué Camila? —preguntó, aún en shock.

—Porque Camila me estorba —lo interrumpió Rodolfo justificando su odio —no estoy seguro de que sea mi hija, Pero si puedo usarla como moneda de cambio, entonces me sirve. Así de simple.

Luciano cerró los ojos un segundo. Su mente era un caos, solo sabía una cosa con certeza: si no hacía algo, si no cedía Vicente moriría. 

—Acepto —dijo al fin, dejando el vaso sobre la mesa—. Pero no por usted, Lo hago por los míos.

—Perfect

o —sonrió Rodolfo, satisfecho—. Entonces hoy mismo te la llevas. Y que el mundo crea que Camila Sáenz desapareció por voluntad propia.

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