Capítulo 5
Camila lloraba de rodillas en su cama, con la cara metida entre las manos, cuando la puerta se abrió con violencia.
Rodolfo entro furioso, decidido a decidir en destino de su hija.
—Te vas hoy mismo —dijo seco, sin mirarla—. Ese hombre responderá por ti como es debido, te casaras en cuanto el lo decida.
Camila se puso de pie mientras su cuerpo temblaba, las lágrimas aún le resbalaban por las mejillas, abrió los ojos incredula.
—¿De qué habla? Yo no pienso irme con él a ninguna parte. ¡Ese hombre es el amante de Adriana! Jamás he tenido algo con el, incluso soy virgen.
Pero Rodolfo no escuchó razones, está asustado de perder lo que tanto le había costado, La sujetó con fuerza de los brazos y la empujó contra la pared. Su respiración era exaltada, estaba fuera de si, con los ojos desorbitados
—No puedes negarte, tu vas a cubrir a tu hermana quieras o no —empezo a gritarla —¡Por tu culpa todo puede venirse abajo! ¿Sabes lo que pasará si Santiago se entera del desliz de tu hermana? Perderé el apoyo de los Belmonte, de los empresarios, de la élite que los apoyaran a ellos, Mi campaña se irá a la basura. ¡A la basura, Camila!
Ella temblaba, nunca lo había visto así, a pesar que su padre era seco con ella, Nunca lo había sentido tan cerca amenazándola y furioso como si quisiera matarla
—Yo amo a Santiago —susurró, liberando las palabras que durante años se tragó en silencio confesando su amor—. No me casaría con nadie que no fuera él. Y si la vida decidió que fuera de mi hermana… entonces le guardaré luto a ese amor.
La confesión la rompió por dentro. Pero también la libero, por primera vez lo decía en voz alta.
Rodolfo apretó los dientes, Su voz se volvió más fría, estaba tan enojado que no pensaba más que en el
—Santiago ama a Adriana. Y ese amor es el que tengo que proteger… cueste lo que cueste, porque me podría llevar a la presidencia de este país, y tu no lo vas a arruinar.
Luciano estaba en la puerta, con los brazos cruzados y la mandíbula tensa, Ya había escuchado suficiente. Quería largarse de ahí antes de ver a Adriana en brazos de otro.
—¡Vete de aquí! ¡Todo esto es tu culpa! —gritó Camila, lanzándose contra él con los puños cerrados.
Le golpeó el pecho, desesperada, llorando, sacando su rabia. Luciano la sujetó con fuerza por las muñecas.
—No estoy para tus niñerías —le dijo seco—. La vida de alguien importante está en juego. Si no te casas conmigo, te juro por mi vida que mato con mis propias manos al imbécil de Santiago Belmonte.
Camila se congeló, ese era su mayor miedo hecho realidad.
No le importaba sacrificarse, pero Santiago… Santiago no podía pagar por todo esto.
—Está bien… —murmuró, derrotada—. Pero no le hagas daño. Por favor.
Luciano giró hacia Rodolfo, con la furia en los ojos, apretándo los dientes.
—Espero que tenga palabra. Porque si me está usando, si me está mintiendo… todos se enterarán que su hija perfecta me calentaba la cama.
Rodolfo no respondió. Solo lo observó con la misma mirada de un jugadoe de ajedrez, serena y calculada.
Luciano agarró del brazo a Camila y se la llevó sin decir una palabra más. Ella trató de soltarse, le pidió que la dejara, pero él no la escuchó. La empujó dentro de su auto deportivo y arrancó sin mirar atrás.
En el pasillo, Santiago y Adriana salieron alertados por los gritos y el ruido de la puerta.
—¿Qué pasó, señor Rodolfo? —preguntó Santiago, preocupado.
—Camila decidió irse con él. Dice que se aman… y que se casarán.
Adriana sintió cómo todo le daba vueltas, Luciano si era importante para ella y ahora que lo sentía perdido el aire se le iba de los pulmones, se desmayo
Durante todo el trayecto, el silencio en el auto fue incómodo, Camila no hablaba. Solo lloraba mirando a la ventana.
Cuando llegaron a la mansión, Luciano la jaló del brazo con brusquedad. Ella se soltó con fuerza.
—¡No me toque! ¡No voy a permitir que me trate como una basura!
—No estoy aquí para cumplir tus caprichos —dijo él evidentemente alterado —. Te aborrezco más que a nada en este mundo, y para mí también será una tortura.
Antes de que pudiera decir algo más, la tomó de la cintura y la levantó como si fuera un bulto de harina, la subió en su hombro. Camila pataleó, lo golpeó, gritó… pero él no la soltó.
Al entrar a la casa, gritó:
—¡Teresa!
La nana de toda su vida apareció corriendo, sin entender qué estaba pasando.
—¿Qué pasa, mi niño?
—Esta mujer va a ser mi esposa. Llévala a una de las habitaciones de servicio.
Teresa lo miró, horrorizada, sin entender nada de lo que estába pasando.
—¿Esposa? Si es su señora… debería quedarse en la habitación principal.
Luciano apretó los puños y negó aún furioso.
—¡No lo hará! —gruñó—. No quiero tratos especiales. Será como una empleada más
Teresa miró a Camila, que apenas se sostenía en pie, la pobre estaba temblando sintiendo que entraba al infierno.
—Dejeme ir —le suplico —Yo tengo todo listo para irme a Europa, usted no tiene que quedarse a mi lado, ya me dijo que me aborrece, será lo mejor para los dos
Luciano se acercó y la miró frío, tanto que ella pensó que le haría daño
—Te casaras conmigo y punto.
—¡¿Por que?! Esto es una locura, cuando su amigo quede libre, cada quien puede tomar su rumbo
—Por que tú me las vas a pagar —gruño Luciano —Hiciste todo para separarme de ella, y eso me lo pagarás con lágrimas de sangre.
—Yo no los separe, Adriana eligió el mejor camino para ella, y ese es Santiago el hombre que ama, usted solo fue una aventura.
Luciano agarra del mentón a Camila, ella se queda paralizada
—Eso es mentira, nosotros no estamos juntos por tu culpa y por eso, tu vida aquí va a ser un infierno.
—Pues no me voy a dejar, si quieres una guerra, te la daré.