Mis manos sudaban mientras nos acercábamos a paso lento hacia el centro de la manada, en donde se encontraba el gran salón de reuniones.
Mientras nos acercábamos iba rodeándome de un miedo inigualable, recordando las peores situaciones de este último día y haciendo todo lo posible por oler a cualquier otra cosa para que mi olor no saliera a relucir. Si el Rey alfa era mi mate y él lo descubría no habría vuelta atrás. No quería ser empujada a una situación para la que todavía no estaba lista. No quería tener que sentir obligación y lealtad por alguien solo porque un lazo lo demandaba. Y conociendo la oscuridad de esta manada y de las personas incluso en el mundo que yo misma conocía. Estaba segura de que me usaría para procrear buenos y fuertes niños que fortalecieran su puesto como Rey Alfa. Un hijo con una Alfa y sobre todo, una Alfa peculiar y con dones de los que no había tenido idea hasta hace unas horas. Mis manos estaban temblorosas y sudadas por el esfuerzo. Pero logré camuflajear mi olor lo mejor que pude. Aunque mi apariencia seguía siendo un problema. Mi cabello estaba amarrado en un moño para evitar desperdigar aroma innecesario pero aun así el plateado resaltaba con los rayos de sol que aún caían. Suaves y dorados haciendo brillar mi cabello plateado. Y mis ojos, viéndose peligrosamente claros a la luz del sol. —Solo tienen que dar su agradecimiento por ser traídas aquí. Es lamentable pero el destino de ustedes hubiese sido mucho peor si alguno De esos hombres las hubiese comprado. Se que ninguna de ustedes ha estado frente a un ser con tal magnitud de poder, podrán sentirse nerviosas y atemorizadas al principio pero les aseguro que nuestro Rey Alfa es justo. Todas nos acercamos a la puerta y aunque la manada era la más hermosa que haya visto jamás, debía admitir que no pude prestarle la atención que ameritaba porque los nervios me recorrían salvajemente. Por supuesto fui una de las últimas en entrar. Mientras más lejos mejor. Pero el espacio era tan amplio que pudimos ponernos de pie una al lado de la otra en fila y en frente estaba el hombre más hermoso que jamás haya visto. Su piel era trigueña, su mandíbula áspera y su cabello aunque corto, lo suficientemente largo como para pasar tus dedos por el. Sus ojos eran de un negro profundo al igual que su cabello pero lo que hacía demandar toda tu atención era esa vibra de poder y fuerza que exudaba. El olor dominante que te hacía querer someterte o arrodillarte. Pero lo que realmente demandó toda mi atención fue ese aroma increíble que me hacía derretir como mantequilla. Un olor que aunque no había olido jamás, se sentía como si estuviera en casa. Aunque el no me miraba ni prestaba la más mínima atención a mi persona.Pero se sentía como en casa. Como si no hubiese algún otro lugar en el que debiera estar. Él se acercó unos cuantos pasos a nosotras y cuando repaso el rostro de cada una y su mirada se cruzó con la mía. Todas mis terminaciones nerviosas se pusieron en alerta. Mis manos temblaban y mi ser entero vibraba en una sintonía que nunca antes había sentido. Así se sentía esto, una unión inigualable que hacía que no sintieras que estabas sola en el mundo. —Lo único que puedo decir es bienvenidas a su hogar temporal y que me alegro de que hayan podido ser rescatadas aunque la experiencia debió de ser de todas maneras traumante, espero que puedan encontrar la felicidad aquí. —Estamos muy agradecidas. Cada una dijo una frase que agradecía de todas las maneras diferentes en órdenes simultáneos hasta que fui la última en faltar. —Muchas gracias, por permitirnos rehacer nuestras vidas aquí. Porque independientemente de que él fuera mi mate, comenzar de nuevo era lo que yo necesitaba después de todo lo que había acontecido conmigo. Faltaban más chicas después de mi. Y una vez recité mis cortas palabras, cada una siguió diciendo su parte. Y fueron siete las chicas que faltaron y durante todo ese tiempo el Rey Alfa no despegó sus ojos de mi, en ningún momento. Le parecía peculiar, claramente. Pero lo expresaba con una curiosidad demasiada potente. Y me estaba sintiendo cada vez más nerviosa bajo su mirada y escrutinio. Era increíble la forma en la que me hacía vibrar bajo su mirada. Y solo rogué porque este nerviosismo no me hiciera olvidar el hecho de que debía ocultar mi olor a toda costa. Una vez terminaron Madam Merrie nos indicó que comenzáramos a salir una por una. —Tú no. Esas frías dos palabras me hicieron temblar. Porque estaba hablando conmigo. Tragué suavemente y me quedé de pie en mi lugar hasta que cada una de las chicas salió del gran salón. Mientras yo retorcía mis dedos frente a mi de forma lenta pero precisa. No quería parecer totalmente nerviosa, pero tenía que hacer algo o me volvería un charco de mantequilla derretida a sus pies. Sabía que esta conexión era fuerte, pero nunca nadie dijo lo magnética que era. Simplemente no podías ignorarla. —¿Cuál es tu nombre? —cuestionó con una voz varonil, pero en un tono de voz suave. —Ava —dije simplemente. Sus ojos me escanearon y un brillo extraño resplandeció en sus ojos. Una mano fue llevada a su barbilla y la rascó precisamente mientras me prestaba total atención. —¿Cuantos años tienes? —Veinticinco. Me estaba poniendo nerviosa. Había llegado al punto en el que mi frente se estaba perlando de sudor por el esfuerzo. Pero entonces, en ese preciso momento, lo supe. Mi esfuerzo no había valido de nada, porque de hecho, él sabía que era su mate. Lo supe por ese momento en el que inhalo en el aire suavemente y sus pupilas se dilataron, sin embargo, ni siquiera reaccionó. Él se estaba resistiendo a esta atracción igual o más que yo. Rey Alfa Donovan Ella hasta este punto había creído que me estaba engañando. Ella realmente creyó que no sabía que era mi alma destinada, mi mate, mi luna, mi alma gemela. Había buscado a mi alma durante mucho tiempo. Hasta que tuve que encontrar a una mujer capaz de llevar a mis hijos y compartir los deberes de la manada conmigo. Ocuparse de las guerreras era su principal trabajo. Yo guiaba a los guerreros en la batalla y ella a nuestras mujeres. Por eso, me casé con Katya. Mi primera esposa. Hice el esfuerzo con ella. Nos permitimos enamorarnos, hacernos dependientes uno del otro y aprendimos a sobrellevar la carga de la manada juntos por varios años. Nunca pudimos concebir y un día, atacando un nido de vampiros, la perdí por culpa de uno de ellos. Pasaron años de ese suceso y nunca pude olvidarla. Y aunque me había vuelto a comprometer, con otra mujer loba de la manada. La única razón por la que lo hacía, era por mi manada, por mi gente. No era amor, porque después de las pérdidas que había tenido, el amor era lo último en mi lista de deseos. Por eso me había resistido a ese suave olor que recibí en mi manada hacía unas horas. Por alguna razón era el Rey Alfa. Mis sentidos estaban más desarrollados que cualquiera de mi clase. Por eso era mi deber guiarlos a todos. Y defenderlos de cualquier amenaza. Había demasiado en mi hombros, por eso no quería esa responsabilidad de tener una mate a la cual cuidar. Pero siendo honesto, resistirse dolía físicamente. —Veinticinco. Su voz era suave, pero fuerte. Y su peculiaridad lo que hacía era motivarme a curiosear más y más. Ella era llamativa en todos los aspectos. Pero también era un Alfa, y yo lo podía oler por más que se esforzara en ocultármelo. Entonces me pregunté ¿Por que no me quería? Cualquier otra loba habría saltado sobre mi frente a todas esas mujeres para demandar que era suyo. Y era el estilo de Amaya mi prometida, que ni siquiera me amaba realmente, solo la motivaba el poder que tendría cuando se casara conmigo. Sin embargo, esta pequeña mujer me miraba como si no significara nada para ella, aunque ella y yo significáramos el todo. Uno solo. Pero si ella quería jugar ese juego, se lo permitiría. Porque así como yo tenia mis razones para no querer este lazo, ella debía tener las suyas y mientras estuviéramos de acuerdo en no involucrarnos con el otro, por mi estaria bien. Porque siendo honesto, quería a esta mujer lo más alejada de mi posible. Alfa Ava Solo balbuceó a cerca de que estaría protegida aquí mientras no saliera muy lejos. Aunque las fronteras eran no solo sensoriales, sino también físicas. Así que se enteraría si siquiera ponía un pie fuera. Pero todo fueron excusas. Él solo había querido verme a solas, a ver si me atrevía a reclamarlo como mío, porque se había dado cuenta de la naturaleza de nuestro lazo. Solo que no me había esperado que el también lo ignorara de forma activa y se burlara frente a mi cara que no me quería. Entonces solo me fui y volví a unirme a las chicas y a Mandam Merrie que me esperaban afuera. A la noche, durante la cena con chicas más antiguas que nosotras que habían ido para darnos su apoyo y demostrarnos que si se podía progresar en aquella manada; escuché a una de ellas hablar a cerca de la prometida del Alfa, Amaya. Una hermosa morena de ojos pardos que había estado comprometida con él durante seis meses y que estaban a punto de casarse. Herví a sangre lenta en ese momento, pero hice todo lo posible por ignorarlo y esperé a que terminara la cena. Solo que con mi especial audición pude escuchar como las nuevas le decían a las antiguas que el alfa había ordenado que me quedara a solas con él. Y al parecer por los pasos que se acercó a mi, su fragancia estaba en todo mi cuerpo. Pero eso solo ayudó a que los rumores se siguieran extendiendo. —Amaya suele ser realmente celosa, no quiero saber que se atrevería a hacerle a esta peculiar si se entera. Mi cuerpo se electrificó ante aquello y tragué saliva antes de dar por terminada la cena y volver a mi habitación. Poco a poco la fiesta se fue acabando y las luces fueron apagándose. Y cuando la casa estuvo totalmente en silencio me permití dejar caer gruesas lágrimas a través de mis ojos mientras me cubría la boca con las sábanas. Esa noche, esa primera noche en la que debía haber sentido paz. Fue la noche más angustiante de mi vida. Porque aunque había estado ahí cuando mis padres murieron, fue en ese momento donde me di cuenta de lo realmente sola que estaba, ya no tenía prometido, ni amigos, ni padres y mucho menos mate. Porque al parecer… él tampoco me quería.