En cuánto recobré la consciencia evité cometer el mismo error de la vez anterior y primero me oriente en espacio y tiempo antes de abrir los ojos.
Seguía inmovilizada, pero esta vez mis ataduras eran más pesadas y frías, por lo que supuse eran de plata. Mis pies estaban libres y mi boca también, pero el silencio tan atemorizante me recomendaba que me mantuviera de esa forma. Pero tal fue mi sorpresa cuando abrí los ojos, porque estaba encerrada con alrededor de veinte mujeres. Y era increíble el silencio en ese lugar. —No te atrevas a hablar —susurró la que se encontraba a mi lado —nos castigaran a todas si haces un berrinche. Muchas de ellas tenían lágrimas en los ojos y se veían igual o más sucias que yo. —Ya casi es la subasta, te sugiero que te comportes igual ahí o el castigo será mucho peor. Pasé saliva y asentí en silencio. Si lo que había dicho aquel hombre era cierto, me encontraba en el mercado negro de licántropos y probablemente sería vendida a la manada de el Rey Alfa. Nadie entraba o salía. Solo nos acordábamos de su existencia por el miedo latente a que un día decidieran llegar e invadir tu manada por unos días mientras luchaban contra algún nido de vampiros. El terror de que se llevarán a tus hijas en busca de sus almas gemelas. Pero al parecer habían encontrado una manera diferente. El miedo y la incertidumbre me recorrió y recordé, de mala gana, que tenía sangre alfa en mis venas y que de no haber estado tan sucia y oliendo a humo y cenizas, estás personas se hubiesen dado cuenta y mi destino sería muy diferente al que estaban pensando. Así que me concentré y dejé que el miedo me envolviera para ocultar mi verdadera esencia. No pasó mucho tiempo cuando entro un hombre corpulento a la celda que abrió la estrecha puerta y nos hizo levantarnos. —Estarán unidas para que a ninguna se le ocurra una estupidez. Si intentan algo, utilizaré esto para electrocutarlas juntas por medio a las esposas. Y como amenaza hizo chisporrotear el aparato que tenía en la mano para que supiéramos de lo que hablaba. Cada una de nosotras nos fuimos levantando y una cadena de un metro era enganchada en nuestras esposas para encadenarnos en una fila. Nos dirigieron por un pasillo estrecho y luego hacía unas escaleras. Y cuando subimos todo era totalmente diferente, aunque nosotras parecíamos sacadas de una pocilga, este lugar podría parecer un teatro o algún museo a juzgar por los cuadros y las esculturas. Y cuando pasamos a un gran salón, la opulencia fue más notoria y toda mi piel se erizó a causa de la cantidad de personas en el lugar. Eran hombres y mujeres de la alta alcurnia. Con trajes y vestidos elegantes y joyas que simplemente me hacían querer lagrimear los ojos. Y todo tipo de especies se encontraban ahí. Mis manos se apretaron en puños con nerviosismo ante las miradas que estábamos recibiendo. Me incliné un poco con curiosidad en la fila para ver cómo a cada una de nosotras se nos iba pegando un número en el pecho. Yo había sido la numero diecisiete. —Muy bien, damas y caballeros, pasemos a lo siguiente en nuestra lista de subastas. Les presento a una seleccionada gama de licántropas en sus mejores etapas. Ninguna de estas mujeres llegaba a los treinta años, pero tampoco parecían estar muy lejos de mi edad. Lentamente vi como el primer hombre levantaba una de sus paletas para comenzar la subasta por la número uno. Era difícil ver en totalidad sus rostros porque las luces las tenían sobre sus cabezas. Pero podía notar que la mayoría fueron vendidas al mismo postor. El único que al parecer se interesaba. Pues nadie se atrevía a pujar cuando él lo hacía. Solo que cuando llegó mi turno fue algo diferente. Solo porque yo era algo peculiar. —Ahora les presentamos a la joya dentro de este lote. Tiene una rara peculiaridad. Y todos lo vieron en cuanto me miraron. Tenía los ojos y el cabello plateado. Plateado como la luna llena en su tope más alto. Y en la oscuridad ambos parecían resplandecer igual que ella. Mis manos comenzaron a temblar al ver que más de uno comenzaba a pujar por mi. Siempre se habían dicho que los lobos con mi peculiaridad habían sido hijos de la luna. No había explicación para que nuestros rasgos fueran tan distintos, ya que la mayoría poseía cabello castaños o negro o una gama de los parecidos, no plateados al igual que el pelaje de nuestros lobos. Quise gritar de miedo al ver la cantidad de extraños que querían tomarme, llevarme con ellos para cumplir con sórdidos experimentos por ser como era. Siempre me dijeron que estaba protegida en nuestra manada, pero que afuera, cualquiera querría tenerme en contra de mi voluntad. Para experimentar incluso magia negra. Las lágrimas brotaron de mis ojos y bajé la cabeza no queriendo saber quién había ganado. —Vendida. Pero cuando levanté la mirada ante esas palabras agradecí en el fondo de mi corazón que el extraño que se las había llevado todas había ganado la subasta. Porque aunque fueran a hacer cosas sórdidas conmigo, al menos no estaría completamente sola. Una vez terminaron con todas, fuimos dirigidas hacia la parte trasera del lugar en el que estábamos y por primera vez en mucho rato, la brisa fresca chocó contra mi rostro mientras nos llevaban a un camión encendido en un callejón. Nos subieron a todas mientras nos iban quitando las esposas y luego cerraron la puerta para comenzar con nuestro viaje. Y en aquella oscuridad, mientras el metal chocaba contra metal y los sonidos de la autopista se colaban hacia adentro, la soledad me invadió al recordar todos los sucesos que habían pasado en tan solo horas. Había perdido a mis padres y había sido traicionada por el que había creído el amor de mi vida. Las lágrimas escaparon en silencio mientras me abrazaba a mi misma y me cuestionaba como iba a ser mi futuro. Qué pasaría conmigo de ahora en adelante. *** Pasaron varias horas cuando el camión se detuvo y tuve que espabilarme porque me había dormido y en cuanto se abrió la puerta trasera, supe que habíamos llegado, ya que el olor era diferente. El bosque de mi manada no era seco, pero tenía una temperatura más cálida, sin embargo, aquí se podía sentir la humedad con tan solo respirar el aire y eso me hizo poner más nerviosa, porque el sol era una de mis partes favoritas del día. —Muy bien, señoritas. Yo soy Madam Merrie y seré quien las guié en todo este proceso para su reubicación y atención. Esta mujer no era una licántropo, en realidad era una bruja y una lágrima rodó por mi mejilla cuando su atención se centró en mi. —Pronto les explicaremos por qué están aquí y cuál será su función en la manada, pero por ahora, las llevaré a que conozcan sus habitaciones, se bañen y se vistan para ir a comer algo y después hablaremos. La mujer nos guió hacia una casa oculta por muchos árboles y enredaderas que se trepaban por las paredes. De un color blanco muy viejo y gastado que a penas se diferenciaba entre las hojas. Las ventanas eran muchas alrededor de la casa y eran de un cristal templado que no permitía que vieras nada hacía el interior. Todas la seguimos en silencio y fue dejándonos una a una en una habitación sencilla con los muebles básicos y un baño pequeño con una regadera y un toilet. Yo me quedé de pie en el medio del lugar y cuando no escuché ruidos afuera me acerqué a la puerta y la abrí con cuidado confirmando que no le habían puesto seguro. Pero huir ahora mismo sería una estupidez, porque ni siquiera tenía una idea de en donde estaba. Y por el clima latente, suponía que estaba demasiado lejos de casa. Aunque ya no podría llamarla de esa forma y si regresaba era loba muerta. En estos momentos debían de estar buscándome. Preguntándose qué habría pasado conmigo y Connor ocupando un lugar que claramente no merecía. Volviendo a cerrar la puerta me moví por el lugar y fui hasta el baño. Ignorando mi reflejo en el espejo me deshice de la ropa y me metí en la regadera para que el agua caliente lavara toda la suciedad y las penas mientras aclaraba mi mente y me enfocaba en lo que realmente importaba. Claramente tendría una atención diferente brindada por la bruja. Porque era una peculiar y ella lo supo en cuanto sus ojos se posaron en mi. El miedo me atravesó y lo usé para tapar aun más mi naturaleza de alfa. Porque eso si era raro entre lo peculiar de mi apariencia, que una como yo tuviera sangre de alfa. Cumpliendo al pie de la letra con lo que ella habia solicitado; lavé y sequé mi cabello, para luego vestirme con unos jeans y un suéter negro de mangas largas. No había más nada que ropa oscura y básica y solo agradecí que todo me quedara bien y no demasiado ajustado. Respirando profundo me armé de valor y abrí la puerta para salir al pasillo y bajar las escaleras hacia el comedor. Y me arrepentí de no haber estado atenta a las demás chicas, porque ninguna de ellas había bajado y ahora yo me encontraba sola con la bruja y un olor extraño en el aire que hizo comenzar a gritar a mi loba como una loca y la palabra que soltó en medio de gruñidos hizo que mi corazón se acelerara y que mi cabeza casi explotara con un cortocircuito. —¡Mate! ¡Es mi mate!