La tableta pesaba en mis manos como una losa. La imagen de Amanda, desenfocada pero inconfundible, en el muelle junto al yate de John, *Neptuno*, paralizó mi respiración por un instante. El café amargo que había bebido ahora se revolvía en mi estómago formando un nudo de pavor y desconcierto.
¿Qué demonios estaba haciendo ella allí?
Félix había dicho que mantenerla lejos era protegerla. Que John la estaba usando. Pero verla ahí, en su territorio, de manera tan… casual, tan cercana a la operación, desgarraba esa frágil explicación. ¿Era una víctima o una pieza más activa de lo que él me había hecho creer?
El sonido de la puerta al abrirse me hizo levantar la vista con un sobresalto. Rojas estaba allí, imperturbable como siempre, con su traje negro y su mirada que todo lo veía y nada revelaba.
—El coche está listo, doctora —anunció con una voz neutra.
Cerré la tableta con un chasquido seco, mi mente aúncorriendo. ¿Le mostraba la foto? ¿Le preguntaba? ¿O guardaba silencio, jugando mi pro