La mansión me recibió con su silencio opresivo y familiar. El nombre de Amanda brillando en la pantalla del teléfono de Rojas era un fantasma que me seguía hasta la puerta, una pregunta gritando en mi mente. ¿Por qué ella le escribía a él? ¿Era una trampa? ¿Una parte del plan de Félix del que yo no estaba al tanto?
Félix me esperaba en su estudio. No estaba detrás del escritorio, sino de pie junto a la chimenea fría, con una copa de whisky ambarino en la mano. La luz de la tarde se filtraba por las ventanas altas, iluminando el polvo danzante en el aire y acentuando las líneas duras de su perfil. Me observó entrar, su mirada recorriéndome de arriba abajo, evaluando, siempre evaluando.
—Rojas informó que la visita fue ilustrativa —dijo, su voz un ronroneo bajo que resonó en la habitación forrada de libros.
—Sí —respondí, deteniéndome en el centro de la habitación, manteniendo la distancia. El aroma a cuero y a su colonia, amaderada y especiada, me envolvió, despertando esa reacción vis