La suite del Grand Hotel olía a café recién hecho y ambición. Alba Torres, envuelta en una bata de seda color champán, contemplaba la ciudad que se despertaba bajo su ventana. El rechazo de Félix había sido inesperado, pero no desagradable. Al contrario, le demostraba que la doctora Montalbán no era la mujer débil y traumatizada que algunos informes describían. Había espíritu de lucha allí, y a Alba le encantaban los desafíos.
Su teléfono, un dispositivo discreto de frecuencia encriptada, vibró. Era Alexander, su sobrino y ojos en la clínica.
"Tía, hubo un... cambio de protocolo esta mañana," informó el joven, su voz cuidadosamente neutral. "Todas las comunicaciones médicas y logísticas relacionadas con la clínica y los bebés ahora pasan por la Doctora Montalbán antes de llegar a Santoro."
Alba sonrió, un gesto lento y satisfecho. "Interesante. ¿Alguna otra novedad?"
"El acceso a las cámaras se limitó solo a áreas comunes. Santoro personalmente rechazó la integración completa del sist