El comedor privado de la clínica nunca había parecido tan pequeño. Clara había elegido deliberadamente una mesa íntima, forzando la proximidad, negándole a Alba la comodidad de la distancia. La iluminación era tenue, una lámpara de mesa que proyectaba círculos dorados sobre el mantel blanco inmaculado, creando un escenario que era a la vez íntimo y clínico.
Alba tomó asiento con la gracia de quien está acostumbrada a los tronos, depositando la carpeta de cuero junto a su plato. Sus ojos, del color del acero bajo la luz suave, escudriñaron a Clara con una intensidad que habría hecho bajar la mirada a cualquiera.
"Debe estar orgullosa," comenzó Alba, sin preámbulos. "Sus gemelos muestran una mejoría remarcable. El protocolo Richter está dando resultados excepcionales."
Clara asintió, sirviendo agua para ambas. "La medicina de vanguardia suele dar resultados. Cuando se tiene acceso a ella."
Un leve guiño de complicidad cruzó el rostro de Alba. "Justamente de eso quería hablarle. Acceso."