La primera luz del alba se filtraba pálida entre las persianas cuando Clara abrió los ojos. No había logrado dormir más de veinte minutos seguidos. Las palabras de Félix —"un término medio, Clara, una concesión necesaria"— resonaban en su mente con la persistencia de un latido doloroso. No era la decisión estratégica lo que la hería, sino la rendición en sus ojos, la aceptación de que Alba Torres ahora tenía derechos de acceso a su vida.
Se incorporó con cuidado, sintiendo el profundo dolor de su cuerpo postparto. Pero era su corazón el que se sentía más vulnerable, expuesto a un tipo de ataque para el que no estaba preparada. Los celos que había sentido por Romina eran simples comparados con esto. Alba no quería solo a su hombre; quería su mente, su lealtad, su visión. Y lo estaba consiguiendo, llamada a llamada, con la paciencia de una araña tejiendo su red.
Miró a Félix, que dormía en la cama contigua. La tensión no había abandonado su rostro ni en el sueño. Las sombras bajo sus oj