La voz culta y fría seguía resonando en el pasillo, filtrándose como un veneno a través de la junta de la puerta blindada. "Dos minutos, Doctora Montalbán. Decida si su orgullo vale la vida de su personal."
Dentro del quirófano de aislamiento, el aire era frío y estéril, pero la desesperación comenzaba a calentarlo. Clara, arrodillada junto a Marcos, terminaba de asegurar el vendaje de presión sobre su herida reoperada. El Halcón respiraba con dificultad, su rostro estaba pálido, pero su mirada permanecía clara y alerta, escaneando la habitación en busca de cualquier ventaja imposible.
—No podemos esperar a Félix —murmuró Clara, más para sí misma que para Marcos—. Ni siquiera sabe con certeza lo que está pasando aquí.
—El agente neuroparalizante… no distinguirá entre nosotros y ellos —dijo Marcos, con voz entrecortada—. Si lo libera, todo el nivel quedará inconsciente. Seremos peces en una pecera.
Clara se puso de pie, mirando la puerta impenetrable. Se sentía como un animal acorralad