Después de noventa y nueve veces que mi pareja Alfa bloqueó nuestro enlace mental, yo estaba por perder mi espíritu de lobo. Llegué como pude hasta el Salón del Consejo. Los helados escalones raspaban las plantas de mis pies y, con cada paso, un dolor desgarrador me partía el corazón. —Vengo a solicitar mi salida de la manada. El oficial del consejo observó con lástima mi figura pálida y delgada y preguntó en voz baja: —¿Está segura? Renunciaría a la protección de la manada. Desde niña, mi loba ha sido inestable, lo que me volvió frágil. Desde que mi padre trajo a casa a mi hermana adoptiva, Lydia, cuando yo tenía diez años, mis padres me han tratado como una deshonra para la familia. A pesar de ser su pareja marcada durante años, Caleb nunca me prometió una ceremonia de Luna. Rara vez me llevaba a las reuniones de la manada. Por eso, casi nadie en la manada sabía quién era yo. —Ya no importa —dije, mi voz tranquila a pesar del esfuerzo—. En tres días estaré muerta.
Leer másPasaron tres días. Lydia se acurrucaba en un rincón de la celda de plata, con el cuerpo cubierto de quemaduras por las cadenas.Desde su rincón, recordó su último recurso. La manada había perdido a su única Luna y se encontraba en su momento más vulnerable.Y ella era la única loba fuerte capaz de cumplir con los deberes de Luna. Así que fingió debilidad ante los guardias.—Ya sé que el Alfa me odia, pero por favor, díganle algo de mi parte. La manada se está debilitando sin una Luna. Y yo soy la única que puede ayudarlo a recuperarse. Estoy dispuesta a pasar el resto de mi vida pagando por mis errores. Solo denme la oportunidad de servir a la manada, se los ruego.Sin embargo, cuando Caleb apareció frente a la celda de plata, en su mirada solo había odio. No se inmutó; una mueca de desprecio torció sus labios mientras desenmascaraba la obvia ambición de la loba.—¿Todavía sigues con tus jueguitos? ¿En serio crees que soy tan tonto como para no ver tus intenciones? Mataste a mi amor, a
Mi alma flotaba en el cielo, observando cómo todo se desarrollaba lentamente. Cuando Caleb lloraba sobre mi cuerpo, la puerta principal se abrió.Lydia entró con un brillo alegre, esa sonrisa triunfante que ya le conocía iluminando su cara. No tenía ni idea de lo que había pasado.—¡Ya volví! La junta con los ancianos de la manada salió de maravilla hoy. Creo que ya los convencí de que me apoyen... Ah, por cierto, vi a Elena antier. Estaba por ahí con un Omega errante en los límites del territorio y lleva días sin ir a entrenar. Alfa, por favor no te enojes mucho con Elena, ¿sí? Seguro solo está haciendo un berrinche. Con un castigo leve es suficiente...Sus palabras se ahogaron en su garganta. Caleb se puso de pie de un salto, y el inmenso poder de un Alfa emanó de él.Desprevenida, la fuerza la lanzó hacia atrás y la estrelló violentamente contra la pared. Se sujetó el hombro adolorido, con los ojos desorbitados por la sorpresa y la incredulidad.—¿Qué pasa?Una furia descomunal ardí
Caleb ya no pudo seguir leyendo.Sus manos temblaban y las lágrimas corrían por su cara sin que pudiera detenerlas.Susurró, acariciando mi mejilla inmóvil.—Lo siento... En serio, lo siento tanto...Desde arriba, yo veía todo en silencio. Veía sus lágrimas caer sobre mi cara pálida. Veía su expresión de dolor y desesperación.¿Esto era lo que yo quería? ¿Que se arrepintiera, que sufriera?Pero al verlo así, mi corazón no sentía ninguna satisfacción. Solo un vacío y una tristeza inmensos. Porque ya era demasiado tarde.Las uñas de Caleb se clavaron en sus palmas. Esas gotas de sangre cayeron sobre el dorso de mi mano pálida, un crudo contraste rojo.—Voy a hacer que Lydia pague —dijo con los dientes apretados—. Voy a hacer que se arrepienta de haber nacido.Sus palabras hicieron que mi alma se estremeciera. Aunque estuviera muerta, al menos... Al menos la verdad había salido a la luz.En medio de esa atmósfera de dolor, mi celular sonó. Al principio, John pensó que era una llamada de v
ELENAFlotaba en el aire, observando cómo se desarrollaba todo en el restaurante. Sin decir nada más, Rosa los guio a través del local.Cruzaron una puerta y luego otra. La última puerta se abrió, revelando un cuerpo sobre una plancha, cubierto con una sábana blanca.Caleb y mis padres se quedaron paralizados. Por un momento todos se quedaron en silencio.—¿Qué es esto? ¿Por qué nos trajiste? ¡¿Es una de tus bromas retorcidas?!La voz de Caleb temblaba, cargada de un terrible presentimiento. Se abalanzó furioso y arrancó la sábana blanca.Cuando vio aquella cara conocida, su mundo entero se vino abajo. Era su pareja. Su Luna.Ahí estaba yo, tan tranquila que parecía dormida. Mis labios dibujaban una sonrisa. Como si por fin me hubiera liberado de todo mi dolor. Pero ya nunca despertaría.La ruptura definitiva del vínculo de pareja le desgarró el alma. El dolor era mil veces más intenso que cualquier herida física.Era como si alguien le estuviera abriendo el corazón, centímetro a centí
Lydia miraba fijamente las flores de luna, con el corazón latiéndole desbocado. Si se negaba a tocarlas, admitiría que había mentido. Pero si las tocaba y no tenía ninguna reacción, la verdad saldría a la luz de todos modos.Estaba atrapada, sin escapatoria. Sus pupilas se contrajeron de pánico.—Alfa… hoy no me siento bien…—Tócalas —ordenó Caleb, con un tono que no admitía respuesta.Su orden de Alfa no le dejó opción. Lydia extendió una mano temblorosa y rozó un pétalo con la punta de los dedos.Un segundo… dos segundos… tres… No pasó nada.Su piel no se enrojeció ni se hinchó. Ninguna reacción alérgica. Ni la más mínima molestia.Lydia se dio cuenta de que la red de mentiras que había tejido con tanto esmero durante años… por fin se estaba desmoronando. Retiró la mano como si se hubiera quemado, y las flores cayeron revoloteando al suelo.—Yo… creo que hoy me siento más fuerte… Todavía no me siento bien, voy a descansar…Dicho esto, huyó de la habitación. Lydia revolvió su habitaci
CALEBCaleb estaba en el Salón del Consejo de la manada, discutiendo las defensas de la frontera con los Sabios.Una notificación resonó en su enlace mental. Era un mensaje de Elena.“¿Y ahora qué está planeando?”, pensó con impaciencia mientras lo abría. Pero en cuanto la grabación empezó a sonar, el color se le fue de la cara.La voz de Lydia se escuchaba nítida y clara: “Desde que tenías doce años, he puesto veneno de acónito en tu comida...”.“El polvo de plata en tu uniforme, el empujón en el acantilado, las hierbas envenenadas… Todo fue obra mía. Mi obra maestra”.“Verte más débil día con día me ha hecho tan feliz...”.La grabación se cortó. El silencio se apoderó del salón.Los sabios del consejo se miraron unos a otros, sin poder decir nada. En ese momento, una agonía violenta estalló en el pecho de Caleb.Sintió como si le hubieran aplastado el corazón con una piedra, como si le hubieran arrancado un trozo del alma con brutalidad.—¡Argh! —lanzó un rugido de dolor y un chorro
Último capítulo