Mi alma flotaba en el cielo, observando cómo todo se desarrollaba lentamente. Cuando Caleb lloraba sobre mi cuerpo, la puerta principal se abrió.
Lydia entró con un brillo alegre, esa sonrisa triunfante que ya le conocía iluminando su cara. No tenía ni idea de lo que había pasado.
—¡Ya volví! La junta con los ancianos de la manada salió de maravilla hoy. Creo que ya los convencí de que me apoyen... Ah, por cierto, vi a Elena antier. Estaba por ahí con un Omega errante en los límites del territorio y lleva días sin ir a entrenar. Alfa, por favor no te enojes mucho con Elena, ¿sí? Seguro solo está haciendo un berrinche. Con un castigo leve es suficiente...
Sus palabras se ahogaron en su garganta. Caleb se puso de pie de un salto, y el inmenso poder de un Alfa emanó de él.
Desprevenida, la fuerza la lanzó hacia atrás y la estrelló violentamente contra la pared. Se sujetó el hombro adolorido, con los ojos desorbitados por la sorpresa y la incredulidad.
—¿Qué pasa?
Una furia descomunal ardí