ELENA
Flotaba en el aire, observando cómo se desarrollaba todo en el restaurante. Sin decir nada más, Rosa los guio a través del local.
Cruzaron una puerta y luego otra. La última puerta se abrió, revelando un cuerpo sobre una plancha, cubierto con una sábana blanca.
Caleb y mis padres se quedaron paralizados. Por un momento todos se quedaron en silencio.
—¿Qué es esto? ¿Por qué nos trajiste? ¡¿Es una de tus bromas retorcidas?!
La voz de Caleb temblaba, cargada de un terrible presentimiento. Se abalanzó furioso y arrancó la sábana blanca.
Cuando vio aquella cara conocida, su mundo entero se vino abajo. Era su pareja. Su Luna.
Ahí estaba yo, tan tranquila que parecía dormida. Mis labios dibujaban una sonrisa. Como si por fin me hubiera liberado de todo mi dolor. Pero ya nunca despertaría.
La ruptura definitiva del vínculo de pareja le desgarró el alma. El dolor era mil veces más intenso que cualquier herida física.
Era como si alguien le estuviera abriendo el corazón, centímetro a centí