Kael
El sonido de mi propio corazón era lo único que lograba escuchar por encima del rugido del motor. Había conducido toda la maldita ciudad a una velocidad que rozaba lo suicida, sin importarme luces rojas, bocinas ni sirenas. El único pensamiento que me impulsaba era uno: Danae.
La llamada había sido breve, demasiado confusa. Un accidente. La ambulancia. Ella estaba herida. Eso bastó para arrancarme el alma del cuerpo.
Cuando el hospital apareció frente a mí, salté del coche incluso antes de que se detuviera por completo. Los guardias apenas lograron seguirme. Crucé las puertas con el pecho ardiendo, gritando el nombre de Danae como un hombre que había perdido la cordura.
—¿Dónde está? —vociferé a la primera enfermera que se cruzó en mi camino.
Ella retrocedió, nerviosa.
—S-señor, por favor, cálmese…
La tomé del brazo con una fuerza que seguramente dolió.
—¡Danae! ¿Dónde está Danae?
—¡Kael! —la voz de Lana me arrancó de golpe de ese estado.
Me giré y la vi en la sala de espera. Est