Capítulo 82
Kael

El mundo se detuvo en ese instante.

El doctor salió de la sala con el rostro encogido, los labios tensos y los ojos cargados de esa pena distante que sólo quienes dan malas noticias aprenden a sostener. Yo lo supe incluso antes de que abriera la boca. Supe que la sentencia estaba a punto de caer sobre mí como una losa imposible de levantar.

—Señor Montenegro… —empezó, bajando la mirada— lo siento… hicimos todo lo posible. Danae no resistió.

Un zumbido me perforó los oídos. El aire se volvió espeso, irrespirable. Mis piernas cedieron y por un segundo pensé que iba a desplomarme allí mismo, en medio del hospital, ante todos. Pero no lo hice. No podía. No debía. Porque si caía, si me dejaba arrastrar por ese vacío que me tragaba, ya no me quedaría nada.

—No —susurré primero, apenas audible. Luego, más fuerte, más violento, desgarrándome la garganta—. ¡NO!

El doctor intentó poner una mano en mi hombro, pero lo aparté con un manotazo. No quería compasión, no quería lástima.
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