Danae
El aire aquí dentro pesa como plomo.
No sé si es el encierro, la humedad o el miedo, pero siento que me falta oxígeno cada vez que intento respirar hondo. La habitación es pequeña, de paredes desconchadas y sin ventanas. Solo hay una cama estrecha con un colchón duro, una manta áspera que apenas me cubre y un balde en la esquina que me da asco usar.
Las ratas corretean por el suelo como si fueran las verdaderas dueñas del lugar. Se oyen sus uñas rasgando la madera vieja, sus chillidos agudos. Cada vez que una se acerca demasiado, me estremezco y recojo los pies sobre la cama, abrazándome las rodillas.
Tengo frío. Hambre. Y una sed que me seca la garganta como fuego. No recuerdo cuándo fue la última vez que tomé agua. Todo se confunde, las horas, los días. Aquí dentro el tiempo no existe, solo el miedo.
Cierro los ojos, pero en lugar de descansar veo su rostro.
Kael.
Su mirada intensa, su voz grave, la manera en que siempre parece tan seguro… excepto cuando se trata de mí. Esa vu