capítulo 31

La habitación de Giulio parecía vibrar con la misma tensión que recorría sus cuerpos. Lo que había comenzado con un beso robado en el comedor, ardiente e imprudente, había terminado trasladándose hasta la cama, como si todo el camino entre un punto y otro hubiera sido borrado de su memoria por el deseo. Rebeca apenas recordaba cómo sus pies habían cruzado la alfombra, ni cómo la espalda de Giulio había chocado contra la pared con el ímpetu de sus bocas devorándose. Lo único que existía en su mente era el calor de sus labios, el roce de su piel y esa mezcla de peligro y necesidad que la consumía.

Giulio la desnudaba con una brutalidad contenida, como si temiera destrozarla y al mismo tiempo no pudiera detenerse. Sus manos recorrían cada curva de su cuerpo, acariciándola con una ansiedad que lo delataba, con la desesperación de un hombre que había esperado demasiado para tenerla entre sus brazos. La besaba como si quisiera grabar en ella su nombre, como si con cada mordida y cada suspir
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