El día de la primera quimio del nuevo tratamiento fue un infierno controlado. Daisy fue ingresada de nuevo, y prepararon su cuerpo para la embestida química. La habitación de aislamiento no se sentía como un refugio, sino como un búnker de guerra médica donde todos se movían de un lado al otro. El aire acondicionado zumbaba sobre el constante bip-bip-bip de los monitores, y las luces parecían demasiado brillantes y demasiado frías.

La quimioterapia era tan concentrada, tan ablativa, que tuve que ponerme un equipo de protección especial para estar a su lado. Me disfrazaron con una bata verde estéril, guantes y una mascarilla. Me sentía ridículo, como un intruso alienígena en su sufrimiento.

Por supuesto era doloroso, más de la cuenta. Aunque normalmente era doloroso, era la primera vez que la veía sufrir y llorar por el líquido. Mi corazón se rompía porque no era justo que siendo tan joven sufriera de esa manera tan cruel. Daisy era fuerte, demasiado. Yo no hubiera podido soportarlo, p