—Feliz cumpleaños abuela —dijo Iris mientras le devolvía el abrazo.
No supo cuánto tiempo habían estado así, pero no sabía lo mucho que necesitaba ese abrazo hasta ese momento. Y luego la abuela notó la presencia de alguien más y se llevó la mano a la boca.
—¿Eres ese apuesto novio del que mi nuera no deja de parlotear? —preguntó la abuela Maeve, con una ceja alzada y una sonrisa, como si ya supiera la respuesta.
Hugo intercambió una mirada con Iris, y al verla más relajada, no pudo evitar sonreír también. Le gustaba lo que le hacía tener a su abuela cerca: esa calidez antigua, esa ternura.
—El mismo —respondió Hugo, mientras daba un paso al frente encendiendo todo su encanto.
Y sin decir nada más, la abuela lo abrazó.
—Sabía que este día llegaría, finalmente alguien digno ha encontrado el corazón de mi niña Iris. Ahora eres parte de la familia Lambert, mi querido… ¿cuál es tu nombre, cariño?
—Hugo —respondió él, con una sonrisa sincera, un poco sorprendido por la calidez con la que l