Justo cuando Iris y Theo estaban a punto de salir del vestidor rumbo a la recepción, una de las recepcionistas apareció en la puerta, con su habitual sonrisa profesional.
—Iris, antes de que entres a tu primera cabina, hay alguien que está esperando por ti. Dice que es una paciente y pidió hablar contigo específicamente.
Iris parpadeó, algo desconcertada.
—¿Una paciente?
La recepcionista asintió, con un gesto educado, antes de desaparecer por el pasillo. Theo le lanzó una mirada de curiosidad, pero Iris solo suspiró, arreglándose un mechón suelto y saliendo al pasillo.
—Suerte —murmuró Theo con media sonrisa mientras Iris se alejaba.
El trayecto hasta la cabina asignada se le hizo pesado, un mal presentimiento instalándosele en el pecho. Cuando abrió la puerta y entró.
Isabela estaba allí, sentada en el borde de la camilla con un vestido claro y sencillo, su cabello perfectamente recogido. Alzó la vista en cuanto Iris cruzó el umbral, y una sombra indescifrable le cubría los ojos.
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