—Iris…—repitió Hugo, con una voz suave, cargada de emoción.Iris apenas podía respirar. No quería apartar la mirada de él, pero temía que hacerlo rompiera el trance en el que ambos se habían sumido. Su mente le gritaba que se alejara, que eso no debía suceder, que no podían cruzar esa línea… pero su cuerpo no respondía.—No…—murmuró Iris, con la voz temblorosa, mientras sus labios se acercaban aún más a los de Hugo.En ese preciso momento, un golpeteo en la puerta rompió el hechizo, seguido de una voz:—¡¿Están bien ahí adentro?! —era el señor de la reparación, quien, sin saberlo, se había convertido en el salvavidas que los sacó del abismo de lo que pudo haber sido un momento irreversible.Iris retrocedió de inmediato, sonrojada y completamente confundida. Hugo, por su parte, permaneció inmóvil, con la mirada fija en ella, sin saber qué hacer o decir.Cuando finalmente abrieron la puerta, Iris salió lo más rápido posible, intentando poner la mayor distancia entre ella y Hugo.—Discul
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