87• Seremos libres.
Desperté con la sensación de que algo no estaba bien.
No podía ver.
Un peso oscuro me cubría los ojos y, al intentar moverme, el pánico me atravesó al sentir las manos atadas a la espalda y los tobillos firmemente sujetos. El vehículo se encontraba en movimiento; lo supe por el vaivén constante, por el ruido sordo del motor y las vibraciones que recorrían el suelo bajo mi cuerpo.
La cabeza me latía con fuerza. Cada sacudida hacía que el dolor se intensificara, recordándome los tirones brutales de Mia, el golpe seco, la sangre deslizándose por mi rostro.
Respiré hondo, tratando de no perder el control.
Me estaban llevando lejos. Podía sentirlo. Cada minuto que pasaba me alejaba más de Dean. Pensé en él despertando, buscándome, preguntándose en qué momento todo se había roto otra vez.
Mia había sido la obsesión convertida en odio, la necesidad retorcida de poseer a alguien a cualquier costo. Todo lo que fue capaz de hacer para mantenerlo cerca, incluso destruir a quien se interpusiera e