Sentí un escalofrío recorrerme el cuerpo. Imaginé a Dean, con la edad en la que otros apenas están comenzando a vivir, presenciando cómo su padre caía frente a él. De pronto entendí un poco más sus sombras, sus silencios, la forma en que necesitaba tener todo bajo control. No era simple terquedad… era supervivencia.
—Habíamos dejado ese mundo atrás —continuó Domenica, con la mirada perdida entre los árboles—, pero sabíamos que, si bajábamos la guardia, nuestros enemigos vendrían por nosotros. Para proteger a la familia, Daryl tuvo que volver al negocio. Esa es la razón por la que vivimos aquí. No podemos descuidarnos ni un segundo. Si lo hiciéramos, no sabemos quién aprovecharía para acabar con nuestra familia y quedarse con todo.
Su voz tembló apenas, como si luchara por mantenerla firme.
—Por eso temo tanto por mis muchachos —siguió—. Pero también sé que Daryl y Dean hacen todo lo posible por cuidarnos… y, a veces, saber eso me destroza. No deberían cargar con ese peso en los hombro