75• Saben dónde estamos.
El silencio que siguió fue peor que cualquier sonido. Luego, la respiración agitada de Seth llenó la línea, húmeda, oscura, como algo que se arrastra por el suelo.
—A que ha sido… gratificante escucharla —murmuró, saboreando cada palabra.
Una furia cruda, volcánica, me encendió por dentro. Todo el alivio que había sentido hacía minutos se pulverizó al instante.
—¡Eres un maldito monstruo! —chillé, sintiendo cómo la garganta se me cerraba—. ¡Déjala ir, Seth! ¡Hazlo ahora mismo!
Él soltó una risa baja, casi satisfecha.
—Oh, Thalía… sigues creyendo que puedes dar órdenes.
—Seth… por favor…
—Quiero que le des un mensaje a Dean —dijo, su voz bajando hasta convertirse en un susurro venenoso—. Dile que su plan no va a funcionar. Y si se atreve a intentarlo… tu dulce Celine muere.
El mundo se me vino encima.
—Eres un enfermo —escupí, temblando de rabia.
Seth dejó escapar un sonido que no era risa ni burla… era algo peor: certeza.
—Sabes de lo que soy capaz. Así que dile a Dean que piense muy