48• Tu ángel protector.
Al abrir los ojos, lo primero que sentí fue la sequedad y amargor en mi boca, una urgencia que pedía por un sorbo de agua. El sol había salido, iluminando la habitación con una claridad suave y acogedora. Me giré hacia las ventanas del balcón y observé que, a diferencia del día anterior, la nieve caía débilmente, apenas flotando en el aire. Me incorporé un poco y escuché ruidos provenientes del baño. Miré la mesita de noche y vi analgésicos junto a algunas bebidas hidratantes. Me acerqué con cuidado y tomé un vaso de agua, el frío líquido tocando mis labios secos y quemados por la fiebre era casi un milagro. Cada trago me revivía un poco, la sensación de hidratación y frescor corría por mi garganta como un bálsamo, trayendo consigo un pequeño alivio en medio del cansancio que me atenazaba.
Dejé el vaso sobre la mesita y justo en ese momento Dean asomó la cabeza por la puerta del baño. Al verme despierta y tratando de acomodarme en la cama, salió rápidamente hacia mí.
—¿Cómo te sientes