49• No voy a fallarte.

Dean me dejó recostada en la cama mientras buscaba el gel para el hematoma. Algo dentro de mí se estremeció al escucharlo repetir que sería mi ángel protector. Por un segundo pensé que había oído mal… hasta que la memoria me golpeó: fui yo quien, la noche anterior, medio consciente y temblando, le preguntó si podía serlo. Y él, sin dudar, respondió que sería lo que yo necesitara.

Ahora, al volver a decirlo, entendí que no fue un delirio ni un sueño confundido por el dolor.

Lo dijo en serio. Y lo recordaba todo.

No podía apartar los recuerdos de la noche anterior; llegaban sin parar, uno tras otro, como si mi mente se empeñara en revivirlos. Dean había llorado por mí. Me había suplicado que no lo dejara, que me quedara a su lado. Y yo no sabía si lo dijo porque pensaba que iba a morir… o porque, de alguna forma, realmente temía perderme.

Era extraño pensar que alguien como él —tan temido y reservado— pudiera romperse así frente a mí. Verlo vulnerable, con esos ojos verdes llenos de lág
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