47• Seré lo que tu necesites.
El ángel me llevó a un lugar más cálido, un refugio donde el frío simplemente no existía. Allí dentro, los sonidos eran distintos: pasos que iban y venían, puertas que se abrían, voces apagadas… un murmullo constante que contrastaba con el silencio helado del exterior.
Sentí cómo me acomodaba sobre una superficie blanda, y mientras trataba de enfocar la vista, otra presencia se acercó.
Alguien habló entonces, dirigiéndose al ángel, con una voz firme pero baja, casi un susurro entre el ruido del lugar:
—Debes revisarle, podría tener algún moretón —hubo una breve pausa, el sonido de alguien girándose—. Allegra, ¿puedes ir por hielo y algunos analgésicos?
La mención de Allegra golpeó algo en mi memoria, como si una pieza olvidada se encajara de golpe. Allegra… esa voz era de ella. Ella estaba ahí, en la misma habitación.
Ese simple reconocimiento abrió una grieta en la neblina que me envolvía.
Si Allegra estaba conmigo, si podía escucharla tan cerca… entonces yo no estaba muerta. Estaba