Vanessa
Luego de que esa mujer se fue, él me miró fijamente. Yo fruncí el ceño, aún sin entender lo que estaba pasando.
—Buenos días —dijo con una sonrisa torcida—. ¿Dormiste bien?
Lo miré en silencio por unos segundos y luego solté, sin pensarlo demasiado:
—No pierdas el tiempo.
Mi tono fue seco, cortante, hasta yo misma me sorprendí de la forma en que salió.
—¿A qué te refieres, cariño? —preguntó, ladeando el rostro, burlón.
—. ¿Ya estás coqueteando tan temprano?
Rió levemente, y yo lo miré con molestia.
—Solo es una huésped. Da la casualidad de que, cuando vengo aquí, me la encuentro. Te lo imaginas.
—Ah, me imaginé que te lo imaginaste —respondí con sarcasmo.
Él me observó, como si le divirtiera el juego.
—¿No me digas que estás celosa?
Abrí los ojos, indignada.
—¿Celosa yo? Por ti… lo dudo mucho.
Él sonrió, arrogante, como si mis palabras no le afectaran en lo más mínimo.
—Me alegra que pienses así. Quizás si crees que estoy coqueteando con otras te importó.
—Eso jamás. Lo mejor