Vanessa
Mi cuerpo tiembla… pero no por el frío. Es el miedo el que se apodera de mí, que se enrosca como serpiente en mi pecho, apretando cada latido. Me abrazo a mí misma, aferrándome a la tela suave de la pijama como si eso pudiera protegerme de todo lo que está pasando. Me pongo de lado, en posición fetal, sintiéndome pequeña e indefensa. Él aún sigue en el jacuzzi.
¿Qué voy a hacer?
Sé que él desea tenerme, y sé también que no soy indiferente a sus ojos. Está obsesionado conmigo, cada mirada suya lo grita. Es un hombre peligroso, no se necesita ser experta para notarlo: lo lleva en la piel, en su manera de caminar, de mirar, de hablar. Es como si un demonio se hubiera vestido de hombre. Un monstruo que consigue lo que quiere, sin importar a quién hiera en el proceso. Y eso es justamente lo que ha hecho conmigo.
¿Qué hago? ¿Cómo escapo?
Pero si lo hago… ¿qué pasará con mi papá? ¿Y si le hace daño? Esa posibilidad me corta el aliento. Me aferro a la esperanza, aunque sea diminuta. I