Vanessa
Observé la herida, que por fortuna estaba seca, como si las hierbas que preparé hubieran hecho su magia. Guardé el botiquín, respiré hondo y me acerqué donde estaban el señor Óscar y su esposa.
—Ahora es hora de ir a buscar a tu esposo —dije.—Muchas gracias, de verdad —respondi con la voz quebrada—. No sabe cómo agradecértelo.
—Tranquila, no hace falta —sonreí—. Lo importante es que estéis bien.
Óscar acariciaba con calma a unos perros que estaban echados en la sombra de un árbol, la ternura de su gesto me arrancó una risa involuntaria y, en ese instante, pensé en Dorian y en la manera en que hablaba con Nox. Una punzada de nostalgia me rozó el pecho. «Pronto estaré a tu lado», susurré para mí, imaginando el abrazo que tanto anhelaba. Ya lista me ayudaron a subir al una camioneta.
Salimos de la carretera y la prisa se apoderó de mí: deseaba que las doce horas pasaran de un tirón. No me importaba mi padre ni ese tal Thiago; lo único que quería era volver junto a Dorian y empeza