Dorian
El viaje había sido pesado, pero finalmente llegamos a la isla. Apreté los puños con fuerza mientras esperaba la señal de Gregorio y de mis hombres. Ya me habían comunicado que estaban rodeando el lugar, listos para atacar. Les pedí que vigilaran cada rincón, y les mostré una fotografía de mi esposa para que la reconocieran si la veían. Pero hasta ese momento, no había señales de ella. Sin embargo, los movimientos eran intensos: lanchas en el río, más de cinco, como si estuvieran buscando a alguien.
Mi corazón latía con furia. Estaba nervioso, pero no podía darme el lujo de flaquear. Tenía que salir de esto, luchar, aunque me equivocara. Tenía que salir victorioso.
La radio sonó. Dominic contestó.
—¿Están listos? Shiory como vez el movimiento —preguntó.
—Listo cariño —respondió ella con voz firme—. Estoy lista, aun con mis heridas se que luchare. No te preocupes por mí.
—Bueno, no te preocupes tú —dijo Dominic —. Te curare cuando lleguemos a casa. Ya sabes cómo.
Negué con la ca