Anne salió de la oficina con un sentimiento extraño, una mezcla de vacío y ansiedad que no lograba comprender del todo. Al llegar a la entrada, se encontró con Patrick. Sin pensarlo, sintió una necesidad urgente de abrazarlo, como si aferrarse a él pudiera detener el temblor sutil que comenzaba a agitarle el alma. Pasó de largo junto a Alexander, sin decir palabra, y se fundió en un abrazo profundo con su hermano mayor.
—¿Qué sucede, Anne? —preguntó Patrick, sorprendido.
Conocía bien a su hermana; ella no solía demostrar sus sentimientos. De niños, en una casa llena de adultos fríos y ausentes, aprendieron a ocultar sus emociones como mecanismo de defensa. Abrazarse no era común entre ellos, pero esa tarde todo era distinto.
—Sentí una especie de nostalgia… —murmuró ella con la voz apagada, aún refugiada en el pecho de su hermano—. Fue como… un ardor. Algo que ganaba y perdía al mismo tiempo…
Patrick entendía lo que ella intentaba decir. Él también había sentido esa punzada inexplicab