junta

Habían pasado unos cuantos días después del regreso de Europa, y que Patrick se quedara en casa. Anne se sentía cada vez más ansiosa. Su padre llegaría ese día, pero igual, al mediodía, tendría una junta solo de accionistas. La junta la había pedido William, y ella accedió a tenerla. Tenía que ver qué diablos quería su tío.

—¿Qué sucede, Anne? —preguntó Alexander mientras la tomaba de la cintura por detrás—. Luces un poco alterada —el hombre se mostraba preocupado—.

—Esta junta no me gusta nada. Acepté tenerla para ver cuáles son sus planes. Me enteré que Edward tiene un cuarto de lujo en la prisión. Claro está, es de esas prisiones para delincuentes de cuello blanco —bufó—. No tendrá una gran condena, el muy... —guardó silencio.

Anne siempre había guardado cierto resquemor y asco en contra de los gemelos, pero principalmente en contra de Edward. El hombre, en muchas ocasiones desde que Patrick se había marchado a la universidad, había intentado tocarla, siempre en complicidad de Elea
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