Mundo de ficçãoIniciar sessãoSinopsis En un mundo de lobos donde el destino lunar dicta los lazos del amor, Lyra, una joven loba fiel a sus promesas de infancia, ve su mundo derrumbarse cuando su amado regresa con otra como pareja destinada. Pero en medio de un caos instintivo durante su primer celo, dos poderosos príncipes gemelos emergen de las sombras, reclamándola como su alma compartida. Atrapada entre el dolor del rechazo, el fuego del deseo prohibido y un vínculo ancestral que desafía todas las reglas, Lyra debe navegar un torbellino de celos, lealtades y pasiones salvajes que podrían redefinir su destino... o destruirla.
Ler maisEl amanecer llegó, más pronto de lo que Lyra hubiera deseado.
El aullido del vigía anunció la noticia que todos esperaban: el hijo del Alfa regresaba a casa.
Lyra se levantó de golpe. Su corazón latía con fuerza, una mezcla de nervios y esperanza. Había soñado tantas veces con este momento que casi lo veía: Damon, con su sonrisa que la hacía sentir protegida.
—Hoy —susurró frente al espejo—. Hoy todo cambia.
Se arregló el cabello, se puso la blusa azul que su madre había cosido en invierno y el medallón de luna creciente de su abuela. No era para impresionarlo, o eso intentaba creer, sino para recordarle quién era: la pequeña loba que siempre lo esperó.
Su madre, Lara, la miró desde la puerta con una sonrisa que mezclaba cariño y advertencia.
—Te levantaste temprano.
—No podía dormir.
—Lo sé —dijo Lara, acomodándole una hebra de cabello—. Has esperado este día toda tu vida. Recuerda, lo que sientes es real, pero el destino tiene su propio camino.
Lyra asintió, aunque el nudo en su pecho no se aflojó. *Ojalá el destino piense igual*, pensó. Una noche, hace muchos años, ella, siendo una niña, estaba junto a un Damon un poco mayor. Él le prometió bajo la luna que siempre la protegería, que sus vidas estaban unidas como los viejos robles. Esa promesa, grabada en su corazón, era lo que la consumía ahora. Había esperado toda su vida, no solo su vuelta, sino la confirmación de ese pacto.
Lyra miró su reflejo en el espejo y, por un instante, el rostro que la observó no fue el suyo, sino el de la niña que solía correr descalza por los prados, con las rodillas llenas de barro y el corazón repleto de sueños.
Recordó aquella noche, muchos inviernos atrás, cuando Damon la encontró llorando porque los cachorros mayores se burlaban de ella por ser débil. Él, con apenas unos años más, se quitó la capa y la envolvió con ella.
—No llores, pequeña loba —le había dicho con esa voz firme que ya empezaba a tener autoridad—. Cuando sea Alfa, nadie volverá a hacerte daño.
Ella lo miró con ojos húmedos y le preguntó si lo prometía. Damon alzó la mano y juró bajo la luna que siempre la protegería, que sus caminos estaban unidos como los robles del valle. Luego le regaló una piedra de luna que había encontrado junto al arroyo.
—Para que me recuerdes cuando el bosque te asuste —le dijo.
Lyra llevó los dedos a su cuello, rozando el medallón de su abuela. Dentro, bien escondida, seguía guardando esa piedra.
*Prometiste, Damon*, pensó con un nudo en la garganta. *Y yo te creí.*
El segundo aullido del vigía resonó, y la manada entera se movió hacia la plaza. Lyra bajó las escaleras de su casa dispuesta a ayudar. La Luna Elena había organizado una gran bienvenida: arcos de flores, mesas largas, hogueras y un camino para el Alfa y su familia.
—Lyra, lleva estas guirnaldas y pídele a Tami las velas azules —le pidió Lara mentalmente desde la cocina.
—¡Voy!
Pasó la mañana entre tareas: colgar, atar, revisar. Pero lo que realmente pesaba era la espera. Cada minuto la acercaba más a Damon.
A media mañana, mientras colocaba lavanda en el arco principal, sintió la voz de su madre en su mente.
—Lyra, vuelve a casa. Tu hermano ya llegó.
El corazón le dio un vuelco. Corrió por el sendero hacia la cabaña de los betas. Al entrar, lo vio: Teo, su hermano, más alto y fuerte, con el uniforme del Instituto de Guerreros.
—Hermana… —dijo él, con la voz entrecortada.
—¡Teo! —Lyra se lanzó a abrazarlo.
Él la apretó con fuerza, riendo.
—Te has vuelto hermosa. Cuando me fui eras una cría.
Lyra le dio un manotazo.
—Ni se te ocurra repetir eso delante de nadie.
—Entonces lo pensaré —bromeó, y ella sonrió a pesar de todo.
Héctor, su padre, entró en ese momento. Lo abrazó sin contener la emoción. Hablaron de entrenamientos, batallas simuladas y del frío del norte. Lara sirvió té y dulces, sin dejar de mirar a su hijo como si temiera que desapareciera.
Lyra los escuchaba con la mitad de su atención. La otra mitad giraba en torno a una sola pregunta.
—Teo… ¿y Damon? ¿Vino contigo?
El silencio fue breve, pero suficiente. Teo evitó su mirada, y Héctor hizo un gesto que Lyra entendió al instante.
—Llegará más tarde —respondió Teo—. Tuvo que hacer una parada por asuntos del Consejo.
—Entiendo —dijo ella, intentando sonar tranquila—. Iré a la casa de los Alfas, Elena necesita ayuda.
Su padre intentó detenerla, pero Lyra ya salía por la puerta. No quería que la vieran temblar.
***
La casa de los Alfas se alzaba imponente al norte. La Luna Elena, siempre radiante, se movía dando órdenes.
—Lyra, revisa las copas y enciende las velas azules al final, no antes —le indicó con una sonrisa.
—Sí, Luna.
El mediodía llegó y la plaza se llenó de voces. Los niños se subían para ver mejor, los ancianos ocupaban sus asientos, los guerreros formaban un semicírculo. Lyra sintió que el corazón le retumbaba en el pecho. *Ya viene.*
El primer coche cruzó el arco. Luego el segundo. Finalmente, el tercero: el del Alfa y su familia.
Damon bajó con la elegancia de siempre. Su mirada era más fría, su postura más firme. Lyra apenas podía respirar. *Estaba allí.*
Pero entonces extendió la mano hacia el coche. De la sombra emergió una mujer.
Era hermosa, de rasgos suaves y presencia tranquila. Su mano se entrelazó con la de Damon.
—Ella es Selene, mi pareja destinada —dijo él con orgullo.
El mundo de Lyra se detuvo. No oyó los aplausos ni las risas. Solo el eco de esas palabras repitiéndose en su interior.
—Lo siento, cariño. Yo no lo sabía —susurró su madre a través del enlace mental.
—Estoy bien —mintió Lyra.
Aplaudió, sonrió, fingió serenidad. Damon se acercó y la miró con una mezcla de sorpresa y cautela.
—Lyra —dijo, forzando una sonrisa—. ¿Cómo estás, pequeña?
Lyra bajó la cabeza, mostrando el cuello en señal de respeto.
—Alfa Damon. Bienvenido a casa.
El gesto lo dejó inmóvil por un instante. Selene dio un paso al frente.
—Tú debes ser Lyra —dijo, tendiéndole la mano—. Damon me ha hablado mucho de ti. Espero que podamos ser grandes amigas.
La palabra *amigas* fue un golpe seco. Lyra tomó la mano y la sostuvo lo justo.
—Bienvenida. Te gustará el valle.
La Luna Elena se acercó de inmediato.
—Lyra, guíala al estrado. Después puedes descansar, ¿de acuerdo?
—Claro —respondió Lyra, sin poder mirarla.
Subieron las escaleras. Lyra iba un paso adelante, consciente del peso que llevaba a la espalda: la mirada de Damon, el perfume de Selene, el murmullo de la manada.
El Alfa habló al pueblo con voz solemne. Habló de honor, del Instituto, del futuro. Presentó a Selene como la compañera destinada de su hijo, la próxima Luna.
Cada palabra se le clavaba a Lyra como una espina.
Cuando comenzó la música y la celebración, Lyra se escabulló entre la multitud. Caminó hasta el bosque, hasta el arroyo donde solía esconderse de niña.
Allí sí dejó que las lágrimas cayeran.
—No quiero que me vean, mamá —dijo entre sollozos.
—No tienes que hacerlo frente a nadie —le respondió Lara—. Pero tampoco tienes que hacerlo sola.
Lyra cerró los ojos. *¿Y si nunca fui suficiente? ¿Y si todo lo que creí fue solo un sueño?*
Recordó las promesas de Damon cuando eran niños, su voz diciendo que siempre la protegería. Promesas inocentes, pensó, no destino.
Escuchó pasos detrás de ella.
—Te busqué por toda la plaza —dijo Teo, acercándose—. ¿Puedo quedarme?
Lyra asintió. Él se sentó a su lado.
—No sabía lo de Selene —dijo con rabia contenida—. Se supo hace dos lunas. Lo juraron ante el Consejo.
—No me debe explicaciones —susurró ella—. El destino elige, eso es todo.
—El destino es un animal con hambre —replicó Teo—. A veces muerde donde más duele.
Guardaron silencio. Lyra observó el agua correr. *El mundo no se detiene porque duela,* pensó.
—Voy a estar bien —dijo al fin—. Hoy no. Mañana tampoco. Pero lo estaré.
Teo la abrazó.
—Si alguien se atreve a mirarte con lástima, lo lanzo al arroyo.
Lyra soltó una risa breve.
—No hagas eso en público.
—Lo consideraré —respondió él, sonriendo.
Regresaron a la plaza cuando el sol empezaba a caer. Damon bailaba con Selene bajo el arco de flores. Lyra los observó a lo lejos. No quería huir, pero tampoco seguir sangrando en medio de la gente.
La Luna Elena se acercó con delicadeza.
—Lyra, hiciste un trabajo hermoso. Todo está perfecto. ¿Quieres descansar?
—Estoy bien aquí —dijo ella, sin apartar la vista.
Elena la miró con comprensión.
—A veces el destino llega con barro, no con luz —le dijo—. Pero después de esos golpes, uno se forja de verdad. No estás sola.
Lyra asintió. La música cambió y, por un instante, Damon la buscó con la mirada. Sus ojos se encontraron. Hubo un silencio entre ellos, un eco de lo que pudo ser. Damon pareció querer decir algo, empezó a caminar hacia ella, pero Lyra bajó la vista y se perdió entre la gente, huyendo de esa conversación.
Lyra despertó con el sonido de las olas golpeando el casco del barco. Se había quedado dormida en cubierta, acurrucada entre Alaric y Draven bajo una manta gruesa. El sol apenas comenzaba a asomar en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados.Se incorporó con cuidado para no despertar a sus parejas y miró alrededor.El barco estaba tranquilo. La mayoría de la tripulación dormía aún. Solo el timonel nocturno permanecía en su puesto, guiando el Espíritu de Luna a través de aguas cada vez más oscuras.Lyra caminó hacia la proa del barco, necesitando un momento para ordenar sus pensamientos.Nueve de ellos. Nueve almas preparándose para enfrentar lo imposible.Excepto que...Una sensación extraña la recorri&oa
El amanecer del sexto día antes de la Luna Roja llegó con una urgencia palpable.Artheon bullía de actividad. Los comandantes organizaban las defensas finales del palacio. Los guerreros entrenaban sin descanso. Los sanadores preparaban provisiones médicas. Y en el puerto sur, oculto entre acantilados rocosos, se preparaba un barco.No era un barco común.Era el Espíritu de Luna, una embarcación antigua que había pertenecido a la primera flota real de Artheon. Tenía velas negras con el emblema de la luna plateada bordado, y su casco estaba reforzado con acero y runas de protección. Había sido diseñado para viajes largos y peligrosos.Perfecto para lo que necesitaban.Las cuatro lobas y sus parejas se reunieron en la sala de guerra una última vez antes de partir.
La sala de meditación estaba exactamente como la habían dejado. Las ventanas altas dejaban entrar la luz de la luna, creando sombras largas sobre la mesa de piedra. El ambiente olía a pergamino viejo y a algo más... a magia antigua que había permanecido dormida durante siglos.Las cuatro lobas se movieron con rapidez, sacando los libros y pergaminos del compartimento secreto. Extendieron todo sobre la mesa nuevamente, rodeándola en silencio.Lyra fue la primera en hablar.—Tenemos ocho días. Ocho días para descifrar esto antes de que tengamos que elegir entre dos opciones que ninguna de nosotras quiere.Selene pasó los dedos sobre el pergamino de la vidente ejecutada.—Este texto sigue sin tener sentido completo. Está encriptado con símbolos que no reconozco.Kariane se inclinó sobre el libro de Rituales de Transferencia.—Aquí dice que para compartir un sacrificio divino, se necesita un ancla. Algo que conecte lo mortal con lo divino de forma permanente.Zoe levantó una de las runas.
El amanecer llegó teñido de gris.No era el gris suave de las nubes normales, sino un gris enfermizo, como si el cielo mismo estuviera contaminado. El aire olía distinto: a metal oxidado, a carne podrida, a enfermedad.En el patio principal de Artheon, el equipo estaba reunido.Las cuatro lobas vestían ropa de combate: pantalones reforzados, botas altas, chalecos tácticos que permitían movimiento pero ofrecían protección. Lyra llevaba el cabello recogido en una trenza apretada. Kariane tenía guantes especiales que resistían el calor. Zoe llevaba una capa ligera que brillaba con runas de protección. Selene había amarrado un pañuelo alrededor de su cuello, cubriendo parcialmente su marca.Sus parejas estaban armadas hasta los dientes.Alaric y Draven llevaban espadas cortas en la espalda y dagas en los muslos. Teo tenía un hacha de doble filo que había pertenecido a su abuelo. Aldren portaba una lanza antigua del norte, con inscripciones que brillaban débilmente. Cassian llevaba dos esp
La tarde caía sobre Artheon cuando las cuatro lobas finalmente salieron del archivo central. Llevaban los brazos cargados de pergaminos, libros antiguos y mapas estelares que parecían más acertijos que documentos.Lyra caminaba al frente, con el ceño fruncido y la mente procesando cada fragmento que habían encontrado. Kariane la seguía, prácticamente arrastrando un tomo enorme sobre "Rituales de Transferencia de Energía Primordial". Zoe sostenía con cuidado una caja de madera que contenía runas del norte, mientras Selene cerraba la marcha con tres pergaminos enrollados bajo el brazo.—Necesitamos un lugar privado —dijo Lyra—. No podemos revisar esto en nuestras habitaciones. Demasiada gente entrando y saliendo.—El jardín interior tiene una sala de meditación —sugirió Zoe—. Nadie la usa desde hace años.—Perfecto.Cuando llegaron, el lugar era exactamente lo que necesitaban: una habitación circular con ventanas altas que dejaban entrar luz natural sin permitir que nadie viera desde af
La sala de guerra de Artheon no se parecía a ningún otro lugar del palacio.Era circular, sin ventanas, con un mapa enorme del continente ocupando casi toda la mesa central. Las paredes estaban cubiertas de estanterías con pergaminos, armas antiguas, reliquias de batallas pasadas. En el techo, pintada en negro y plata, la silueta de la Luna Roja dominaba todo.Cuando Selene y Cassian entraron, Lyra ya estaba allí, junto a Kariane y Zoe. Las tres lucían agotadas, pero alertas. Sus auras eran imposibles de ignorar: sombra, fuego y hielo se mezclaban en el aire como una tormenta contenida.Darius y Elara ocupaban su lugar al norte de la mesa. A un lado, Alfa Kael del oeste, con el ceño permanentemente fruncido. A su espalda, Gareth, rígido, como si no supiera a quién odiar más: si a las hijas de los dioses o al propio Cassian.Del este, Mirena observaba en silencio, apoyada en su ba
Último capítulo