Parada delante del consejo, de la manada Crescent moon, con la mirada fría, hacia aquel hombre que años atrás pensaba rechazarme por solo ser una niña y que, según él, nunca tendría la madurez para tener el título de luna. Dije en voz alta. —No hay nadie en esta sala que pueda ocupar mi lugar—, los murmullos no se hicieron esperar. Sabía que volver aquí después de diez años y exigir mi lugar no sería nada fácil, pero me había preparado para esto. —¿Qué crees que haces?—dijo apretando los dientes, quien dice ser la futura luna de la manada. —Reclamando lo que por ley y designación de nuestra diosa luna me pertenece —dije—. No es así, Alexander. Su mirada era profunda, llena de deseo. Habían pasado diez años desde la última vez que vio, ya no era aquella niña de diecisiete años, ahora era una mujer fuerte, una guerrera que se había preparado para demostrarle a él y a todo el mundo lo capaz que era de dirigir una manada. Sabía que Alexander se estaba conteniendo para no perder el control. Al estar cerca, nuestro vínculo se hacía fuerte y batallaba para no dejarse controlar por él. —Alexander, di algo —le exigió Rubi. Él se levantó de la silla, ante la mirada atenta de todos, incluyendo a mis padres, que me miraban con admiración. No sabía cuál sería la reacción de Alexander, por lo que decidí tomar el control de la situación. —Yo Daría Sullivan, hija de Agustín y Alina Sullivan, te reclamo a ti Alexander Ivanov como mi mate y me declaro la luna legítima de esta manada —dijo con voz firme, haciendo que muchos bajaran la cabeza ante mí.
Leer másDaría.
—Despierta, ya es tarde— Escuché que una voz femenina me habló, no abrí los ojos, ya que tenía mucho sueño. —El momento ha llegado— Se volvió a escuchar, abrí los ojos de golpe al recordar que en casa solo vivíamos mi padre y yo. La luz del sol que entraba por la ventana me molestaba, pero me esforcé por buscar de dónde provenía tal voz. En mi habitación no había absolutamente nadie, pero no sentí miedo; todo lo contrario, esa voz me daba paz y mucha tranquilidad. —Es tarde —gritó mi padre desde la primera planta. Automáticamente, miré el reloj de mi mesa de noche y efectivamente era tarde. —Mierda—dije. Salí de mi cama y corrí al baño, olvidando lo que acababa de pasar. Me di una ducha en tiempo récord, busqué algo cómodo para poner, opté por un pantalón deportivo, una camiseta y unos zapatos deportivos. Mi cabello lo recogí en un moño alto. Una vez lista, bajé corriendo. —Eso fue rápido —dijo mi padre entregándome un vaso con jugo de naranja. —Ser rápido es lo mío —dije antes de llevar el vaso a la boca—. Papa —dije con la intención de preguntarle por aquella voz que escuché, pero me detuve —¿Dime? —preguntó. —No es nada—le dije—. Es tarde. Salí corriendo después de darle un beso a mi padre. Mi nombre es Daria, tengo diecisiete años y soy una mujer lobo. ¡Sí!, como escucharon, sé que todos hemos crecido escuchando historias de superhéroes, como Batman, Superman y otros, pero esto es mucho más real que eso. Nuestra apariencia es como la de cualquier ser humano, así que es difícil para un humano identificarnos, pero a diferencia de ellos, nosotros contamos con una gran fuerza, velocidad, un olfato muy desarrollado, buena visión, el oído afinado y nos transformamos en grandes bestias. Esas son algunas de todas las características con las que contamos. No está de más aclarar que hay unos más fuertes que otros, como lo son los alfas, esos son los más fuertes y entre todos los alfas hay uno que nos lidera. Algo así como nuestro presidente, seguido está el Beta y el Gama. Ellos son como la mano derecha de nuestro alfa y quienes se encargan de velar por la seguridad de la manada. Nuestra manada se llama luna escarlata y está en la lista de las tres mejores manadas de todo el continente, brindándonos todos los recursos necesarios para llevar una vida llena de comodidades. Cerca del bosque queda situada la casa en donde vivo con mi padre. Es una cabaña que, según mi padre, nos dio el Alfa cuando llegamos a esta manada, pues esta no es nuestra manada original. A decir verdad, no conozco mucho la historia, pero según cuenta mi padre, fuimos encontrados a la orilla del río. Mi padre yacía muy malherido, mientras se aferraba a mí, quien en ese momento solo era una bebé de menos de un año. Mi padre no tiene recuerdo de lo que fue de nosotros antes de ser encontrado, así que el Alfa nos acogió como miembro de su manada y fue él, el que nos dio nuestros nombres. Hoy puedo decir que he llevado una vida feliz, pero a pesar de eso, quiero conocer qué fue lo que pasó. Y sé que mi padre desea lo mismo, pues no quien no desea estar con su mate. Mate, es la pareja predestinada por la Diosa Luna para cada uno de nosotros, según cuentan es amor a primera vista, ¿cómo reconocemos a nuestra pareja predestinada o mejor dicho mate? Pues no conozco mucho del asunto, ya que no es mi prioridad, encontrar a mi pareja, pero dicen que su aroma es único y nos atrae. Por el momento, lo único que me importa es poder presentar el examen de ingreso a la universidad. Lo de encontrar a mi mate es algo que dejaré para después, además solo tengo diecisiete años, así que me queda un año para mi primera transformación, así que llegado el momento pensaré en eso. Camino a toda prisa hacia la escuela, hoy era un mal día para llegar tarde. Era mi única oportunidad de presentar el examen de ingreso, así que no podía darme el lujo de llegar tarde. Un fuerte movimiento en la tierra me hizo detenerme, miré para todos lados tratando de buscar una explicación a lo que estaba pasado, pero lo único que vi era con las casas y edificios que a mi alrededor se iban al piso, gritos, llantos, personas corriendo como loco. Los movimientos se intensificaron, por lo que corrí de regreso a casa. Mi padre era un guerrero perteneciente a la guardia del Alfa, por lo que sabía que estaría bien, pero como hija no podía dejar de preocuparme. —. Papa —Grito, al ver que de nuestra casa no quedaba absolutamente nada, sentí miedo, pues él era lo único que me quedaba. —Daría—gritó él a mi espalda. Me giré rápidamente, él se encontraba en perfecto estado, en sus brazos tenía a un pequeño, que sangraba de la cabeza. Corría ayudarlo, tomé al pequeño en brazos, mientras mi padre levantaba los escombros para sacar a otro pequeño que se encontraba debajo. Rápidamente, los llevamos al centro de salud, pero para nuestra mala suerte este también había desaparecido. Sin más que hacer, nos fuimos a la casa del alfa. Todos los guerreros de la manada llevaron a los heridos, había muchos y en su mayoría eran niños y adolescentes que al no tener su primera transformación no tenían la fuerza para defenderse. La manada estaba destruida, quedándonos todo sin dónde vivir. —Habitantes de Luna escarlata, hoy la naturaleza ha hecho estrago con nuestra manada. Sé que muchos se sienten desorientados, pero no están solos. Yo, su Alfa, les garantizo que estarán bien —habló el alfa Óscar. —Buscaremos solución, así que por el momento tenga paciencia y colaboremos —agregó nuestra Luna Míriam. Todos estábamos llenos de tristeza, siglos de esfuerzo, habían sido destruidos en segundo, nadie tenía la culpa, así que no nos quedaba más que seguir adelante.Alexander.A medida que Abram avanzaba en su relato, muchas cosas fueron tomando sentidos.Pero antes de llegar a una conclusión, debía escuchar toda la historia.Pues sabía que había algo que no terminaba de convencerme en la historia de Ares.—Dos días después fuimos atacados, todo ocurrió muy rápido y extraño, no hubo señal de alarma, todo fue silencioso, además ya era entrada la madrugada y todos dormían—continuó—Los gritos me despertaron, papá y mamá dormían, así que fui corriendo a despertarlos, pero no estábamos preparados para lo que encontraríamos al salir de casa. Las casas ardían en llamas, los gritos de quienes estaban atrapados por ellas eran desgarradores, los atacantes habían tomado ventajas y no había nada que pudiéramos hacer, más que tratar de sobrevivir.Corrimos hacia el bosque, envueltos en la desesperación. Era frustrante ver cómo tanta gente moría sin poder hacer nada, parecíamos cobardes por huir, pero era lo único que podíamos hacer. Nos escondíamos entre una
Alexander.Ares estaba muy callado, eso me preocupaba, pero no me detuve y salí de la casa seguido por mis padres.Llevaba ropa de dormir y estaba a pies descalzos, pero eso estaba lejos de importarme.Abram es el lobo más viejo de la manada y ha sido el consejero de los alfas por siglos. Aunque le llamemos viejo, no significa que lo sea; bueno, no lo aparenta.Él vive en los límites de la manada, odia el ruido por lo que se mantiene alejado, solo viene cuando su presencia es requerida.Tenía muchas cosas en la cabeza y una de ellas era que si todo resultaba verdad, Ares estaría destrozado, quizás por eso estuviera tan silencioso.Después de atravesar medio bosque, visualicé la cabaña de Abram. Mis padres no se detuvieron, ellos, al parecer, también necesitaban respuesta.No hubo necesidad de tocar la puerta, pues una vez estuvimos cerca, él salió a recibirnos.—Vaya sorpresa—dijo con una sonrisa de oreja a oreja.—Disculpa llegar sin ser invitados—dijo mi madre.—Nada de eso, luna, s
Alexander obedientemente comió lo que le habían traído.La verdad era que no había disfrutado la comida, lo único que deseaba era saber y poder entender qué era lo que había pasado.Según sus recuerdos, hacía solo unas horas había hecho suya a su compañera, pero ahora resultaba que habían pasado dos días y Daría se había marchado de la manada.—Por favor, hablen ya —pidió a modo de súplica.Los padres de Alexander se sentaron, en la cama cerca de él.—Sé que todo esto debe ser difícil, hijo, pero debes tomar las cosas con calma —le habló su mamá para tranquilizarlo.—Con Daría han pasado una serie de cosas, cosas que aún no hemos logrado entender, estamos investigando, pero aún no logramos encontrar nada —empezó el alfa William.—El día de la transformación de Daría, varios espectros ancestrales aparecieron, uno de ellos parecía conocerla desde antes e incluso mucho antes de lo que podemos imaginar—agregó la luna Míriam.—Todos ellos la adoraban como si, se tratara de un ser superior,
Ares.Me había prometido en innumerables de veces que no dejaría que el vínculo me dominara.Pero, como verán, no hay nada más fuerte creado por la diosa. Había sucumbido ante el deseo, amaba a Daría y a su loba, la cual aún no conozco, más de lo que se pueden imaginar.Aunque eso no quiere decir, que el miedo haya desaparecido, aún temo que todo termine mal y que por mi culpa esta manada sufra al igual que luna negra.Sé que son muchas cosas, pero por el momento solo deseo poseerlas y reclamarlas como nuestras.Escuchar mi nombre de manera tan seductora por boca de mi compañera hizo que mi instinto más salvaje saliera y Alexander me lo permitió.La tomé en brazos sin salir de ella, luego la llegué hasta la orilla del lago.La recosté sobre la arena húmeda, bese sus labios antes de iniciar nuevamente con mis movimientos, no tardo mucho para que sus fuertes gemidos se escucharan, los cuales se mezclaban con mis jadeos, lléveme mi boca a su cuello con la clara intención de marcarla, per
Alexander.Habían pasado dos días desde que habíamos desayunado todos juntos. Desde ese momento traté de hablar con Daria, pero esta me evitaba. Aún no entendía el porqué, pero estaba desesperado, pues deseaba estar junto a ella. Ares no decía ni hacía nada, pero sabía que se sentía igual que yo.Así terminé un día más, un día en el que no logré conversar con ella. Derrotado, me fui a mi habitación. Después de tomar una ducha, me recosté en la cama.Habían sido un día muy ajetreado, pues había mucho que hacer con la partida de la manada luna escarlata.No sé en qué momento el sueño me venció, lo cierto es que me desperté con mi cuerpo ardiendo, mi miembro palpitaba adolorido queriendo salir de mi ropa interior.Me senté en la cama, con la respiración acelerada. ¿Acaso había tenido un sueño erótico? —me pregunté, pero no recordaba nada.Un ligero aroma llegó a mis fosas nasales, era ligero; aun así, podía diferenciarlo. Era el aroma de mi compañera y no era cualquier aroma, podía recon
Todos escucharon sobre la pronta partida de la manada visitante, así que estaban felices por ellos, pues todos eran conscientes lo duro que fue para ellos perderlo todo.—Me alegro por ustedes, alfa Óscar—dijo Alexander con una sonrisa en mi rostro.Los padres de Darían no sonreían, cosa que fue notada por Alexander y sus padres. No entendían el porqué, pero igual callaron y no preguntaron nada.—Estamos agradecidos con todos ustedes, de verdad que lo que han hecho por nosotros y nuestra manada, es algo con lo que estaremos eternamente agraviados—dijo el alfa Óscar.—Lo hicimos con todo el gusto del mundo —le dijo el alfa William—Sé que, si la situación hubiese sido, al contrario, ustedes no hubiesen dudado en ayudarnos.—En eso tienes toda la razón, de verdad que se han ganado nuestra gratitud, muchísimas gracias —dijo nuevamente el alfa Óscar.El resto del desayuno estuvo entre pláticas de cómo sería la nueva manada y de lo feliz que están todos por reconstruir el que sería su nuevo
Último capítulo