El tercer día de viaje amaneció despejado, pero desde el primer momento se notaba algo raro en el ambiente. No era solo el calor que aumentaba a medida que dejaban atrás las colinas del norte. Había una tensión extraña, como si el aire cargado de polvo escondiera un mensaje que nadie lograba descifrar. El paisaje había cambiado: las montañas verdes quedaron atrás y ahora se extendían kilómetros de llanuras áridas, interrumpidas por formaciones rocosas rojizas y arbustos secos. Lyra observaba por la ventana del SUV central, sintiendo que incluso el olor de la tierra era distinto, más áspero, mezclado con un aroma feral que la hacía fruncir el ceño. Algo en ese olor le recordaba a lobos en estado salvaje, pero no a los de una manada organizada… sino a algo abandonado a la rabia.
Aun así, su ánimo era mejor que los días anteriores. Alaric y Draven habían logrado sacarla de la melancolía que venía arrastrando desde que salieron de casa. No del todo, pero ya no tenía ese peso en el pecho q