Mundo ficciónIniciar sesiónEl mar está muriendo. Una sombra oscura lo consume, corrompiendo su aguas y petrificado a sus criaturas. Solo un heredero de linaje puro puede detener la maldición antes de que todo desaparezca. Archer era el elegido para salvar el océano, pero antes de cumplir su destino, fue acusado de traición y expulsado. Destrozado y sin recuerdos, renació como humano, lejos del mar y del amor secreto que compartió con la princesa Ermys. Cien años después, el pasado lo alcanza. Archer debe regresar, limpiar su nombre y enfrentar la sombra que amenaza con devorarlo todo. Pero su regreso lo arrastra a una lucha aún más peligrosa: un triángulo amoroso donde Ermys y la reencarnación de Atargatis están dispuestas a todo, ¿Cuánto podrán sacrificar antes de destruirlo todo?, ¿Quién desató la maldición aquel fatídico día?, ¿Es Archer realmente inocente? Pero ¿Qué hará cuando descubra que su peor enemigo nunca estuvo en las sombras... Si no en su propia sangre? Recuperar su pasado incluso podría costarle el futuro.
Leer másC1-NOVIO HUMILLADO.
—¿Grayson? ¿En serio creíste que iba a desperdiciar mi vida con un hombre tan frío y aburrido? ¡Ojalá encuentres a otra pobre idiota! ¡Una que aguante tu personalidad de nevera averiada!
El salón se llenó de risas, algunas nerviosas y otras descaradas.
“Qué humillación” murmuró una mujer con collar de perlas.
“Siempre supe que ese compromiso era una farsa” comentó otro.
Esa noche, la familia Langley no habia escatimado en gastos, cuando organizó la mejor fiesta de compromiso de Londres. Todo para anunciar con bombos y platillos la "unión perfecta" entre Katerina Langley y Grayson Maxwell.
El padre de la novia, Reginald Langley, un hombre de porte imponente, habia tomado el micrófono y habló con una sonrisa ensayada.
—Queridos amigos, familia, aliados —comenzó—. Esta noche celebramos más que un compromiso. Celebramos la unión de dos imperios. Llamo a mi hija y a su prometido, Grayson Maxwell, para que me acompañen.
Grayson habia dejado su copa y caminó hacia su futuro suegro, que soportaba por una sola razón: Los Langley le habían robado algo. Y esa boda era su forma de recuperarlo… aunque eso implicara compartir el apellido con una muñeca de porcelana cabeza hueca como Katerina. Se detuvo al borde del escenario y espero... pero comenzó a tensarse, cuando Katerina no apareció y los murmullos comenzaron.
Por otro lado, Mirabelle Langley, la matriarca de la familia, apretó el abanico en su mano.
—¿Dónde demonios está esa niña? —siseó entre dientes, mientras caminaba entre los invitados.
Los minutos se estiraron y Reginald, molesto, chasqueó los dedos hacia uno de sus guardaespaldas, que asintió y se alejó por un pasillo lateral.
Entonces, una de las empleadas apareció pálida y temblorosa. Se acercó a Reginald y le susurró algo al oído, haciendo que su rostro, se transformara en una máscara de furia contenida.
—¡Miren lo que está en las redes! —gritó de repente un invitado, alzando su teléfono.
Todos sacaron los suyos. En cuestión de segundos, el salón se llenó de luces de pantallas, de jadeos, risas contenidas, y expresiones escandalizadas.
Y Grayson Maxwell vivió la peor humillación en sus 29 años de vida.
Katerina, su prometida, estaba en una isla tropical. Bronceada, en bikini y siéndole infiel con su entrenador personal y habia subido un video en las redes para humillarlo.
Grayson detuvo el video y bajó lentamente el teléfono, su rostro era inexpresivo. Sin embargo por dentro, era lava contenida y Reginald al verlo, dio un paso al frente, tratando de excusarse.
—Esto… esto es un malentendido, señor Maxwell… Le aseguro que mi hija…
—¿Un malentendido? —Grayson lo interrumpió con una mirada peligrosa—. Su hija dejó bien claro lo que piensa. Y ahora yo dejaré algo igual de claro.
Agarró una copa de champán. La levantó como si fuera a brindar… y de pronto, la estrelló contra la mesa. El estallido de cristal sacudió a todos.
—Tienen exactamente un día —espetó—. Una día para encontrar otra novia que salve tu patético imperio financiero, Langley. Si no, mañana, cuando la bolsa abra, me aseguraré personalmente de que cada acción tu empresa valga menos que el cristal roto de esta copa. Y créame —sonrió con malicia glacial—, tengo los medios y los contactos para convertir el apellido Langley en sinónimo de quiebra.
Cuando terminó, dio media vuelta y salió, dejando atrás un silencio incómodo y decenas de teléfonos todavía grabando.
Entonces apareció Daya, esa figura que parecía emerger de la niebla, etérea y oscura, todos se pusieron en guardia, pensando que se trataba nuevamente de Atargatis, pero esta vez fue diferente. Sus ojos, antes llenos de malevolencia, ahora reflejaban una tristeza profunda, un arrepentimiento que nadie había visto antes.—Daya... — murmuró Ermys, observando a la mujer que había sido la marioneta y la amenaza— ¿Por qué?Daya nadó hacia ellos, su voz resonando con una calma inesperada.—Porque, yo amaba a Archer y por primera vez en siglos, he visto lo que significa el amor verdadero... y entendí que no puede ser tomado por la fuerza ni la mentira. Archer es tuyo, Ermys. Y aunque Atargatis trató de usar mi cuerpo y mi magia para destruir ese amor, no pudo.Archer la miró con incredulidad.—¿Y qué hay de la oscuridad que sentí dentro de mí? — preguntó, la voz aún débil — ¿Por qué no desaparece del todo?Daya respiró hondo.—Porque la esencia de Atargatis es parte de ti, hijo de Varión. Per
El mundo oscuro que había creado Atargatis empezó a rodear nuevamente a Archer en forma de un reflejo fragmentado de sus propios recuerdos y emociones, una prisión etérea tejida por la oscura voluntad de Atargatis.Un mar negro, infinito, donde sombras danzaban como olas amenazantes, y en el horizonte, fragmentos de su pasado se alzaban como ruinas de un castillo derrumbado.Archer giró la cabeza lentamente y vio a Ermys, envuelta en un resplandor azul que parecía romper la oscuridad misma. Sus ojos, llenos de amor y determinación, lo atravesaron como una flecha de luz.—Ermys… — la llamó, con voz entrecortada — ¿Cómo me encontraste?—No te dejaré solo, no ahora ni nunca — respondió ella.El viento ilusorio trajo ecos de su historia juntos: risas compartidas bajo el sol del océano, promesas susurradas en la penumbra, caricias que desafiaban el destino.—Mira — dijo Ermys, tomando su mano con suavidad — No dejes que esa oscuridad te consuma. Dentro de ti hay más que rabia, más que dolor
—Archer — su voz, dulce pero firme, rompió el silencio de la noche submarina.El tritón se volvió lentamente, sus ojos grises encontrando los verdes intensos de Ermys. Por un instante, una chispa desconocida brilló en ellos, como un faro débil en la oscuridad.—¿Eres tú, Ermys? — su voz era un susurro ronco, cargado de confusión.Ella extendió la mano, temblorosa pero segura. Sus dedos rozaron la mejilla de Archer, y sintió el frío que la sombra había dejado en su piel.—Sí, soy yo — respondió, con lágrimas que se mezclaban con el agua — No te rindas, Archer. Recuerda quién eres, lo que somos.Pero la sombra que envolvía a Archer no iba a ceder sin luchar. Un torbellino de oscuridad emergió de su interior, y la figura de Daya apareció, proyectada en la mente de Archer, como una prisión invisible.—No escuches sus mentiras — susurró Daya, su voz venenosa y seductora — Eres mío, Archer. Solo yo puedo darte poder, solo yo puedo protegerte de la debilidad.Archer cerró los ojos, como si lu
El agua vibraba con la tensión de la guerra. Las corrientes parecían temblar, agitadas por la furia de los combatientes que se enfrentaban en un mar teñido de oscuridad y magia negra. Los reinos submarinos, antes divididos, ahora se unían en una alianza sin precedentes: Marabí, Clifford, Marzul y Paradise, convocados por la urgencia del peligro que Daya —la verdadera Atargatis— representaba.Ermys nadaba entre las filas, su corazón latiendo con fuerza, pero no solo por el ritmo frenético de la batalla. Dentro de su pecho ardía una verdad recién descubierta: Archer no la había traicionado. No había beso, ni abandono, solo la cruel mentira de un hechizo tramado por Daya para destruir lo que ellos tenían.El agua fría le acarició la piel mientras sus ojos buscaban entre la multitud, anhelando encontrar a Archer, pero era Alan Connor quien apareció a su lado primero. El príncipe de Paradise se movía con la gracia de un guerrero entrenado y una lealtad que Ermys percibía más allá del deber.
El mar, una vez azul y sereno, se había tornado gris y denso. Las corrientes eran lentas, cargadas de un silencio ominoso, como si el océano contuviera la respiración ante lo inevitable. Marabí ya no era un refugio, era una sombra de lo que fue. Y la causa de todo era clara: Archer ya no era el mismo.—Ya no queda tiempo — murmuró Dante, con los brazos cruzados y el ceño fruncido, observando desde el borde de una grieta submarina que solía ser un templo sagrado.A su lado, Ermys flotaba, su expresión endurecida. La tristeza seguía allí, tras sus ojos verdes, pero ahora se mezclaba con determinación.—Tenemos que hacer algo. No podemos seguir huyendo —dijo ella, su voz más fuerte que en días.Dante la miró con pesar. —¿Estás segura? Él… él aún podría estar dentro de esa sombra.Ermys cerró los ojos por un instante. En su mente, la escena se repetía como un eco cruel: Archer, con su mirada apagada, sumido en la oscuridad, sin reconocerla. Luego, la imagen manipulada… ella con otro hombre
El océano estaba más silencioso que nunca. No era la paz lo que lo envolvía, sino una especie de pausa antes del desastre. El agua, normalmente cálida, se sentía fría y densa alrededor de Archer, como si el mar mismo temiera lo que se avecinaba.Había pasado días sin ver a Ermys. Desde aquel fatídico momento en que ella lo rechazó, se había perdido en un torbellino de pensamientos y emociones. La rabia, la confusión y la tristeza se enredaban en su pecho como algas oscuras que le impedían respirar. Pero aún conservaba una chispa. Una esperanza diminuta, que lo empujaba a buscarla. Explicarle. Pedirle que lo mirara a los ojos… que lo viera realmente.Se encontraba cerca del Santuario Coralino, un lugar donde Ermys solía entrenar su magia. El corazón le latía con fuerza mientras se acercaba, pero en su interior una sombra más oscura latía al ritmo de su esencia alterada. Desde que la magia de Atargatis había despertado en él, sentía cambios. Pensamientos que no eran suyos. Deseos de dest
Último capítulo