El mar está muriendo. Una sombra oscura lo consume, corrompiendo su aguas y petrificado a sus criaturas. Solo un heredero de linaje puro puede detener la maldición antes de que todo desaparezca. Archer era el elegido para salvar el océano, pero antes de cumplir su destino, fue acusado de traición y expulsado. Destrozado y sin recuerdos, renació como humano, lejos del mar y del amor secreto que compartió con la princesa Ermys. Cien años después, el pasado lo alcanza. Archer debe regresar, limpiar su nombre y enfrentar la sombra que amenaza con devorarlo todo. Pero su regreso lo arrastra a una lucha aún más peligrosa: un triángulo amoroso donde Ermys y la reencarnación de Atargatis están dispuestas a todo, ¿Cuánto podrán sacrificar antes de destruirlo todo?, ¿Quién desató la maldición aquel fatídico día?, ¿Es Archer realmente inocente? Pero ¿Qué hará cuando descubra que su peor enemigo nunca estuvo en las sombras... Si no en su propia sangre? Recuperar su pasado incluso podría costarle el futuro.
Ler mais— Hermano... Debes estar loco. ¿ Te das cuenta de a dónde nos estás llevando? A este paso vamos a perdernos en el bosque — gruñó uno de ellos, mirando con inquietud la espesura que los rodeaba.
— Vamos, no seas aguafiestas. Confía es mi, se a dónde vamos — respondió su amigo con seguridad, aunque por dentro una duda helada le recorrió la espalda — o es creo — pensó, lanzándole una sonrisa que no lograba ocultar del todo su inquietud.
—¡Oh, rayos! ¿Yo? ¿ Un aguafiestas? Por si no lo sabes, acabamos de dejar una fiesta en la cuidad, con música, licor y ... Amanda. Sí, Amanda. Es este preciso instante podría estar con ella celebrando el cambio de luna. Pero no, a mí brillante amigo se le ocurrió que un paseo nocturno por el bosque era una mejor idea, genial—
El otro no respondió de inmediato. Sus ojos se clavaron en la silueta de la colina a los lejos, como si algo en ella lo llamara. Cuando habló, su voz sonó extrañamente seria:
— Algo está pasando Dante. No sé que es, pero necesito seguir adelante.
Un escalofríos le recorrió la nuca. * ¿Como es que conozco este camino si jamás he estado aquí?, ¿Por qué siento esta extraña necesidad de seguir avanzando? *
Siguieron caminando durante más de una hora hasta que, al pie de la colina, se toparon con la abertura de una pequeña cueva. La entrada era angosta, obligándolos a agacharse para cruzarla. La oscuridad dentro era sofocante, el aire denso, pero a cada paso que daban, la sensación de estar en el lugar correcto se intensificaba.
— Vaya... ¿Quién lo diría? Desde fuera parecía diminuta, pero por dentro es enorme — murmuró uno de ellos, con la voz apenas un susurró.
Avanzaron con cautela. Tras unos minutos, un resplandor al final del túnel les indicó que la caverna tenía una salida. Pero cuando finalmente cruzaron el umbral, sus cuerpos quedaron inmóviles, sus mentes incapaces de procesar lo que venía.
Frente a ella se extendía un paisaje imposible: una larga escalera descendía hasta una playa bañada por un más infinito. El cielo, teñido de tonos dorados y violetas, anunciaba un atardecer que no debería estar ahí.
— Dante... Esto no tiene sentido... El mar no puede estar dentro de Marly — murmuró Archer mirando hacia las enormes cantidades de agua.
Archer tragó saliva, sintiendo que el suelo bajo sus pies ya no era tan firme.
— Dante... Salimos de la cuidad pasada la media noche, ¿Cierto? Con todo lo que caminamos, deberían ser más de las dos de la mañana.
Dante asintió lentamente.
— Sí.
Archer levantó la mirada hacia el horizonte, donde el sol se hundía en el océano en un espectáculo de luz y sombras.
— Entonces dime... ¿Por qué aquí apenas está atardeciendo?
Ambos amigos, al salir de su trance y aceptar lo imposible, descendieron lentamente las escaleras de piedra. Cada paso resonaba en la cueva, amplificando el eso de su propia incertidumbre. Al llegar a la arena, fresca y suave bajó sus zapatos, Archer fijó la vista en el mar. Su superficie era engañosamente tranquila, como si ocultara un secreto a punto de revelerase.
— ¿Exploramos? — preguntó Archer con una chispa de diversión en la voz.
— No hace falta que me lo digas, sabes que me ENCANTA. Soy un aventurero — respondió Dante con una sonrisa radiante y los ojos encendidos de emoción.
Se alejaron unos metros hasta encontrarse con una enorme roca. Su tamaño era imponte, pero no fue eso lo que los dejó sin aliento, sino lo que estaba tallado en su superficie, figuras sacadas de antiguos mitos. Entre ellas, un ser mitad humano, mitad pez, que parecía obsérvalos en cada movimiento.
Se cruzaron una mirada rápida, casi burlona.
— ¿Leyendas para asustar a turistas? — menciona Dante.
— Probablemente — responde Archer soltando una pequeña risita. Pero entonces. Archer lo sintió.
Entonces apareció Daya, esa figura que parecía emerger de la niebla, etérea y oscura, todos se pusieron en guardia, pensando que se trataba nuevamente de Atargatis, pero esta vez fue diferente. Sus ojos, antes llenos de malevolencia, ahora reflejaban una tristeza profunda, un arrepentimiento que nadie había visto antes.—Daya... — murmuró Ermys, observando a la mujer que había sido la marioneta y la amenaza— ¿Por qué?Daya nadó hacia ellos, su voz resonando con una calma inesperada.—Porque, yo amaba a Archer y por primera vez en siglos, he visto lo que significa el amor verdadero... y entendí que no puede ser tomado por la fuerza ni la mentira. Archer es tuyo, Ermys. Y aunque Atargatis trató de usar mi cuerpo y mi magia para destruir ese amor, no pudo.Archer la miró con incredulidad.—¿Y qué hay de la oscuridad que sentí dentro de mí? — preguntó, la voz aún débil — ¿Por qué no desaparece del todo?Daya respiró hondo.—Porque la esencia de Atargatis es parte de ti, hijo de Varión. Per
El mundo oscuro que había creado Atargatis empezó a rodear nuevamente a Archer en forma de un reflejo fragmentado de sus propios recuerdos y emociones, una prisión etérea tejida por la oscura voluntad de Atargatis.Un mar negro, infinito, donde sombras danzaban como olas amenazantes, y en el horizonte, fragmentos de su pasado se alzaban como ruinas de un castillo derrumbado.Archer giró la cabeza lentamente y vio a Ermys, envuelta en un resplandor azul que parecía romper la oscuridad misma. Sus ojos, llenos de amor y determinación, lo atravesaron como una flecha de luz.—Ermys… — la llamó, con voz entrecortada — ¿Cómo me encontraste?—No te dejaré solo, no ahora ni nunca — respondió ella.El viento ilusorio trajo ecos de su historia juntos: risas compartidas bajo el sol del océano, promesas susurradas en la penumbra, caricias que desafiaban el destino.—Mira — dijo Ermys, tomando su mano con suavidad — No dejes que esa oscuridad te consuma. Dentro de ti hay más que rabia, más que dolor
—Archer — su voz, dulce pero firme, rompió el silencio de la noche submarina.El tritón se volvió lentamente, sus ojos grises encontrando los verdes intensos de Ermys. Por un instante, una chispa desconocida brilló en ellos, como un faro débil en la oscuridad.—¿Eres tú, Ermys? — su voz era un susurro ronco, cargado de confusión.Ella extendió la mano, temblorosa pero segura. Sus dedos rozaron la mejilla de Archer, y sintió el frío que la sombra había dejado en su piel.—Sí, soy yo — respondió, con lágrimas que se mezclaban con el agua — No te rindas, Archer. Recuerda quién eres, lo que somos.Pero la sombra que envolvía a Archer no iba a ceder sin luchar. Un torbellino de oscuridad emergió de su interior, y la figura de Daya apareció, proyectada en la mente de Archer, como una prisión invisible.—No escuches sus mentiras — susurró Daya, su voz venenosa y seductora — Eres mío, Archer. Solo yo puedo darte poder, solo yo puedo protegerte de la debilidad.Archer cerró los ojos, como si lu
El agua vibraba con la tensión de la guerra. Las corrientes parecían temblar, agitadas por la furia de los combatientes que se enfrentaban en un mar teñido de oscuridad y magia negra. Los reinos submarinos, antes divididos, ahora se unían en una alianza sin precedentes: Marabí, Clifford, Marzul y Paradise, convocados por la urgencia del peligro que Daya —la verdadera Atargatis— representaba.Ermys nadaba entre las filas, su corazón latiendo con fuerza, pero no solo por el ritmo frenético de la batalla. Dentro de su pecho ardía una verdad recién descubierta: Archer no la había traicionado. No había beso, ni abandono, solo la cruel mentira de un hechizo tramado por Daya para destruir lo que ellos tenían.El agua fría le acarició la piel mientras sus ojos buscaban entre la multitud, anhelando encontrar a Archer, pero era Alan Connor quien apareció a su lado primero. El príncipe de Paradise se movía con la gracia de un guerrero entrenado y una lealtad que Ermys percibía más allá del deber.
El mar, una vez azul y sereno, se había tornado gris y denso. Las corrientes eran lentas, cargadas de un silencio ominoso, como si el océano contuviera la respiración ante lo inevitable. Marabí ya no era un refugio, era una sombra de lo que fue. Y la causa de todo era clara: Archer ya no era el mismo.—Ya no queda tiempo — murmuró Dante, con los brazos cruzados y el ceño fruncido, observando desde el borde de una grieta submarina que solía ser un templo sagrado.A su lado, Ermys flotaba, su expresión endurecida. La tristeza seguía allí, tras sus ojos verdes, pero ahora se mezclaba con determinación.—Tenemos que hacer algo. No podemos seguir huyendo —dijo ella, su voz más fuerte que en días.Dante la miró con pesar. —¿Estás segura? Él… él aún podría estar dentro de esa sombra.Ermys cerró los ojos por un instante. En su mente, la escena se repetía como un eco cruel: Archer, con su mirada apagada, sumido en la oscuridad, sin reconocerla. Luego, la imagen manipulada… ella con otro hombre
El océano estaba más silencioso que nunca. No era la paz lo que lo envolvía, sino una especie de pausa antes del desastre. El agua, normalmente cálida, se sentía fría y densa alrededor de Archer, como si el mar mismo temiera lo que se avecinaba.Había pasado días sin ver a Ermys. Desde aquel fatídico momento en que ella lo rechazó, se había perdido en un torbellino de pensamientos y emociones. La rabia, la confusión y la tristeza se enredaban en su pecho como algas oscuras que le impedían respirar. Pero aún conservaba una chispa. Una esperanza diminuta, que lo empujaba a buscarla. Explicarle. Pedirle que lo mirara a los ojos… que lo viera realmente.Se encontraba cerca del Santuario Coralino, un lugar donde Ermys solía entrenar su magia. El corazón le latía con fuerza mientras se acercaba, pero en su interior una sombra más oscura latía al ritmo de su esencia alterada. Desde que la magia de Atargatis había despertado en él, sentía cambios. Pensamientos que no eran suyos. Deseos de des
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