La noche era silenciosa, excepto por el leve zumbido de la computadora que Julian mantenía encendida frente a él. Estaba recostado en su cama, el torso desnudo, las sábanas enredadas entre sus piernas, y una mirada fija, ausente, rota. Había algo dentro de él que no lo dejaba descansar… una tormenta que no sabía si nacía de la frustración, de la culpa, o de algo más oscuro: el deseo contenido.
Volvió a intentarlo. Abrió una pestaña de navegador y buscó videos pornográficos. Era casi una rutina automática. Seleccionó uno sin mirar demasiado, pero no sentía nada. Las imágenes eran huecas, inertes. Como si su cuerpo ya no respondiera a estímulos genéricos. Como si su mente solo pudiera ser despertada por un nombre.
Kira.
Cerró los ojos, y lo hizo. Se dejó llevar por el recuerdo de sus labios, su mirada, su risa temblorosa cuando se sentía nerviosa. Imaginó cómo sería verla desnuda, tocar su piel, besar cada rincón de su cuerpo con devoción. Pensó en lo suave que sería su vientre, en lo e