Julian llegó a la estación de policía con el corazón latiéndole a mil. Leo ya lo esperaba fuera, con el ceño fruncido y el teléfono en la mano.
—¿Ya viste el video? —preguntó Leo, sin rodeos.
—Lo vi. —La mandíbula de Julian estaba tensa, sus ojos oscuros y fríos—. ¿Ya están aquí?
—Sí, pero están dentro. Estoy terminando de negociar con el oficial a cargo. No quiero que Vanessa se entere de que tú estás aquí. Confía en mí, esto lo manejo yo.
Julian asintió y se quedó en el auto. Leo entró nuevamente en la estación y presentó los documentos que había conseguido en tiempo récord: impresiones del video completo subido a redes sociales, capturas de pantalla con los comentarios de los testigos que defendían a Kira y Sol, y una copia del historial médico de Kira donde se registraban quemaduras superficiales recientes. Lo suficiente para justificar legítima defensa y agresión previa.
—Aquí está la evidencia de que la señorita Kira no fue la agresora principal —dijo Leo con firmeza—. La transm