El beso comenzó como una caricia tímida, una duda apenas rozando los labios. Julian sintió que su corazón latía tan fuerte que podía jurar que Kira también lo escuchaba. Su aliento estaba entrecortado, y aunque el miedo no se había ido por completo, empezaba a fundirse con otra emoción: la gratitud. No sabía cómo ella lo estaba logrando, pero lo hacía sentir visto, tocado… amado.
Kira respondió al beso con dulzura. Su boca era cálida, segura, entregada. Sus dedos se aferraron con suavidad a los hombros de Julian, que aún temblaban, pero ahora por el peso de algo más profundo que el miedo. Por el peso de todo lo que deseaba entregar.
El beso se volvió más intenso. Más real. Más profundo. Era un beso que hablaba de todo lo que no habían dicho. Que gritaba lo que Julian no podía poner en palabras. Que contenía los días oscuros, las noches solitarias, los anhelos rotos… y la esperanza de que, tal vez, todo podría empezar de nuevo.
Sin saber cómo, Julian la tumbó con delicadeza sobre la ca