El salón principal estaba iluminado por la suave luz cálida del atardecer, bañando con tonos dorados los sofás, los cojines tirados por el suelo y la mesa baja que había sido invadida por snacks, botellas de soda y controles de videojuegos. Los amigos de Julian reían, se lanzaban comentarios picantes, y Leo había retado a Sol a una partida de carreras que se había tornado salvaje.
Kira sonreía, a medias. Fingía estar en el presente, fingía disfrutar del momento, pero su mirada seguía buscando a Julian. Había notado cómo se había puesto tenso desde que ella se confesó. Cómo sus manos temblaban al intentar mantener la calma. Y sobre todo, cómo había evitado mirarla a los ojos desde que lo interrumpieron.
En medio de una carcajada general, Julian se puso de pie. Tenía los ojos bajos, el rostro pálido, y las manos apretadas en los bolsillos.
—Perdón, chicos. No me siento bien. Me voy a recostar un rato —dijo, sin mirar a nadie.
Leo frunció el ceño al instante. Se levantó también.
—Yo me e