ALESSANDRO RIZZO
La rabia que sentía estaba a flor de piel. Santoro volvía a traicionarme, y esta vez no le importó que fuera su hija la que estuviera en ese lugar. Lo único que le importa es acabar conmigo. Y ahora que sé la verdad de quién nos entregó, no podré mirar a la cara a Valeria. Ella es hija de ese desgraciado. Ya no puedo verla de la misma forma en que la estaba empezando a ver.
—Me vengaré, Santoro, y te daré donde más te duele.
Entro a la habitación y observo a Valeria dormir plácidamente. Acaricio su mejilla. Se ve tan tranquila... Desearía que no fuera hija de Santoro, o que nunca nos hubiéramos cruzado en el camino. Ahora ella tendrá que pagar las consecuencias de los actos de su padre.
Salgo de la habitación y tomo el teléfono para marcar el número de Santoro.
—¿Diga?
—No debiste hacer eso, Santoro.
—Rizzo, no tenía otra opción. Tenía que salvar a mi hija.
—¿Crees que esos hombres te la iban a entregar sana y salva?
—¡Ese fue el trato!
—Pues qué lástima, porque no te