ALESSANDRO RIZZO
No me podía creer que, en serio, la tal Medusa haya hecho el trabajo, pero me sorprende más que lo hiciera sola. Debo admitir que esa mujer se acaba de ganar mi respeto, y por lo que veo, tendré que verla más seguido, ya que estoy un 100 % seguro de que Lucas y ella van para algo serio.
—Te transferiré el dinero.
—Lo quiero en efectivo —sí que es exigente.
—Lucas, saca el dinero de la caja fuerte y entrégaselo en maletas.
—¿Te quedas a comer? —mi mujer y su boca... ¿Por qué mejor no nos quedamos ella y yo solos?—. Tú también, Lucas.
Ambos se miran y luego dicen que sí. Veo cómo la chica toma la mano de mi hija y la lleva hasta la sala donde hay más juguetes de ella.
—Veo que se la lleva con los niños —le digo a Lucas al verla jugar y hablar con mi esposa.
—Es extraño ver a una mujer que ha matado a un montón de personas por dinero, jugando con una niña, así de tranquila, como si no hubiera hecho nada.
—Cada uno tiene su historia, y de seguro ella debe tener la suya.
—