BIANCA
El silencio en la mansión Moretti se había vuelto ensordecedor. Bianca lo notaba en cada rincón, en cada paso que daba por los pasillos de mármol. Tres días habían pasado desde su último encuentro con Luca, desde aquella conversación tensa en su despacho donde las palabras habían quedado suspendidas entre ellos como balas que ninguno se atrevió a disparar.
Sentada frente al espejo de su tocador, observó su reflejo mientras pasaba distraídamente el cepillo por su cabello negro. Las ojeras comenzaban a delatar sus noches de insomnio. Con un suspiro, dejó el cepillo sobre la superficie de madera pulida.
—Esto es ridículo —murmuró para sí misma.
Debería sentirse aliviada. La distancia de Luca era exactamente lo que necesitaba: espacio para pensar con claridad, para mantener el control sin la constante amenaza de su presencia perturbadora. Sin embargo, la sensación que la invadía no era alivio, sino un vacío inexplicable que crecía con cada hora.
Tomó su teléfono, revisando los mens