BIANCA
El reflejo del sol sobre el cristal de la ventana proyectaba sombras alargadas en el suelo de mármol del despacho. Bianca observaba la ciudad desde las alturas, con la mirada perdida en el horizonte de Milán. Tres semanas habían pasado desde el funeral de Alessandro, y la sensación de estar siendo observada no había hecho más que intensificarse.
Dio un sorbo a su café, ahora frío, mientras repasaba mentalmente los últimos acontecimientos. Las reuniones con los capos de las familias aliadas, los acuerdos renovados, las amenazas veladas. Todo parecía estar bajo control, pero algo no encajaba. Pequeños detalles, insignificantes por separado, comenzaban a formar un patrón inquietante cuando los unía.
—Señorita Moretti, el señor Ricci está aquí para la reunión —anunció Giulia desde la puerta.
Bianca asintió sin volverse. Giulia, su asistente desde hacía apenas dos meses, había sido recomendada por su tío Salvatore. Un detalle más que añadir a su creciente lista de incertidumbres.
—H