LUCA
El reloj marcaba las 19:30 cuando terminé de ajustar la funda de mi Beretta bajo el traje. Frente al espejo, la imagen que me devolvía la mirada era la de un hombre que había cruzado demasiadas líneas. El traje negro a medida ocultaba perfectamente el arnés con el arma secundaria en el tobillo y el cuchillo táctico en la espalda. Nadie lo notaría, excepto quizás ella.
Bianca.
Su nombre se había convertido en una contradicción en mi mente. La mujer que debía proteger y la mujer que debía traicionar. La heredera Moretti que ahora caminaba sobre la delgada línea entre ser víctima o verdugo.
Tomé el teléfono encriptado y revisé el mensaje de Salvatore una vez más: "Confirma asistencia de la señorita Moretti. Solo ella. Sin escolta." Adjunto venían las coordenadas del restaurante Bella Luna, propiedad de los Ricci, territorio neutral según el código de las familias. Una trampa tan obvia que resultaba casi insultante.
—Imbéciles —murmuré, guardando el teléfono.
El plan de los Ricci era