BIANCA
La lluvia golpeaba con furia los cristales del despacho de Bianca mientras ella permanecía sentada tras el escritorio que una vez perteneció a su padre. Sus dedos tamborileaban sobre la madera pulida, creando un ritmo nervioso que contrastaba con la aparente calma de su rostro. Frente a ella, tres carpetas abiertas mostraban fotografías, informes y documentos que había estado revisando durante las últimas horas.
El reloj marcaba las tres de la madrugada. La mansión Moretti dormía, pero Bianca no podía permitirse ese lujo. No después de lo ocurrido.
Un suave golpe en la puerta interrumpió sus pensamientos.
—Adelante —dijo, sin levantar la mirada de los documentos.
Luca entró con paso firme. Llevaba la camisa arremangada y el cabello ligeramente despeinado, señales de que tampoco había descansado.
—Deberías dormir —comentó él, acercándose al escritorio.
—Lo mismo podría decirte —respondió Bianca, finalmente alzando la vista—. ¿Encontraste algo?
Luca dejó caer una nueva carpeta so