LUCA
La noche se extendía como un manto de tinta sobre la ciudad mientras Luca recorría las calles de Palermo en su Alfa Romeo negro. El motor ronroneaba suavemente, casi como un depredador acechando en la oscuridad. Sus nudillos, blancos por la presión con que aferraba el volante, revelaban la tensión que lo consumía desde hacía días.
El ataque a la mansión Moretti no había sido un simple acto de venganza. Había sido demasiado preciso, demasiado calculado. Alguien había proporcionado información privilegiada: horarios, puntos débiles en la seguridad, incluso la ubicación exacta de Bianca aquella noche. Y ese alguien tenía que estar dentro del círculo de confianza.
Estacionó frente a un deteriorado bar en los muelles, un lugar donde las preguntas correctas obtenían respuestas si se pagaba el precio adecuado. El olor a humedad, alcohol barato y cigarrillos impregnaba el ambiente. En la esquina más alejada, una figura solitaria esperaba.
—Pensé que ya no vendrías, De Santis —dijo el hom